Zuriñe Ojeda

 

 

 

 

 

Publicado en El Diario El Común el 31 de agosto de 2023


No voy a hablar de Rubiales. Afortunadamente ya no hace falta que lo haga, ya está en boca de todos. Y va a traer muchas cosas buenas: la destitución de un impresentable que no debería estar a cargo ni del cepillo de la parroquia de su madre, la imposibilidad de negar el acoso sexual y laboral que sufrimos las mujeres, condiciones de trabajo dignas para las deportistas, etc. Y sobre todo, el destape de tantos machos que se están “atreviendo” a mostrarse en toda su impúdica desnudez.

Ya los retrataba Fernando Aramburu en su libro “Los vencejos”, que no he leído porque tanto el autor como el tema me interesan entre cero y nada. Pero sí leí una entrevista en la que el autor contaba que el protagonista es un hombre “de los de antes” desconcertado por este mundo que le ha tocado vivir, y os traduzco: un machista que ni entiende ni acepta que las mujeres seamos seres humanos con los mismos derechos, y decide suicidarse. Aramburu no es tonto, sabe que esto tiene mucho público, empezando por los amigos de Pedro Sánchez y terminando en cualquier bar. Es así, ahí fuera hay millones de hombres que piensan que las mujeres nos estamos pasando de la raya. Que entienden y aceptan que si le tocan el culo a otro tío se van la llevar una hostia pero que ven como una agresión inaceptable que a las mujeres nos parezca mal que nos toquen, no que les demos una hostia, solo que no nos parezca bien.

Pero sobre todo les parece mal que nos ocupemos de lo que le sucede a una mujer y no de los dramas que sufren millones de hombres. Pues bien, por un rato voy a ser empática, voy a convertirme en esa madre amantísima que todo hombre necesita para respirar y no solo me voy a preocupar de vuestros problemas, además ¡os voy a dar la solución al final!, para que luego digáis de las feminazis.

Los hombres también sufren violencia, son asesinados y violados. Según el último informe publicado por UNODC (Oficina de las Naciones Unidas para la Drogra y el Crimen) en 2014, el 95% de los asesinatos que se producen en el mundo los cometen hombres. Porcentaje que se mantiene constante por regiones y por países. Y creo que no hacen falta estudios para saber que el 99,99% de las violaciones a hombres son perpetradas por otros hombres. Así que de esto ni las mujeres ni las feministas tenemos la culpa.

Los hombres son los que mueren en las guerras. En las guerras declaradas por hombres para satisfacer los intereses de otros hombres y en las que les matan otros hombres. Me encantaría saber dónde estamos las mujeres en esa ecuación.

Los hombres son la mayoría de la población sin techo y la mayoría de los suicidas. Esto es curioso y debería haceros pensar. En España una media de tres mujeres son violadas cada día por hombres, hay cada año 33.000 mujeres maltratadas por sus parejas hombres (oficialmente, para la cifra real habrá que multiplicar), y una media de 80 mujeres son asesinadas por hombres. Pero los más jodidos mentalmente son ellos. ¿Y sabéis por qué? Por el género.

El género es el que les enseña desde que nacen que son los reyes de la creación, que las mujeres estamos para servirles en lo que necesiten en cada momento de sus vidas (madres cariñosas, putas divertidas, novias formales, esposas devotas), que los sentimientos son mierdas de mujeres que los hombres de verdad desechan con un escupitajo, que los hombres no lloran, que tienen que estar demostrando constantemente su hombría, que los hijos son personas pequeñas y molestas de las que se tienen que ocupar sus madres, que los hombres jamás piden ayuda ni indicaciones aunque se tengan que quedar a vivir en una rotonda… Eso es la masculinidad, el género, los estereotipos.

Y por eso los hombres tienen tasas de suicidio más altas, porque no saben identificar sus sentimientos, ni lidiar con ellos ni mucho menos pedir ayuda si la necesitan. Y eso, señores, no es culpa de las mujeres. Y lo que llevamos 300 años diciendo las feministas es: el género es tóxico para todos, debemos luchar contra él y que cada persona pueda crecer y desarrollarse en libertad. Pero claro, algo tiene el agua cuando la bendicen, y es que así como el género femenino a las mujeres no nos trae más que desgracias, con el masculino no pasa lo mismo. Con el masculino los beneficios superan a los costes, y por eso tenéis el poder y el dinero, por eso seguís siendo los reyes del mundo y teniendo sometidas a las mujeres.

De lo que os quejáis es de los daños colaterales que os inflige el mismo sistema que defendéis con uñas y dientes. Soplar y sorber a la vez no puede ser; si os gusta el machismo tendréis que tragaros el fuego amigo, ajo y agua. Pero si no os gusta, cambiad el sistema. Empezad cambiando vosotros y a los hombres de vuestro entorno. Pero no se os ocurra culparnos a las víctimas de lo que os hacéis a vosotros mismos. Bueno, podéis hacerlo, para eso sois machos, y de hecho lo hacéis constantemente desde el jardín del Edén, pero creedme, así nunca encontraréis una solución. Y como ya me asoma el pelo de la dehesa feminazi y me he cansado de ser empática y de intentar solucionar vuestros problemas, os diré que hagáis lo que queráis, que a mí me suda el coño.