Por @AsuncionLenBar2

A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aún bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
Garcilaso de la Vega


Hoy mismo, casualmente o no, porque cada día que pasa creo más que las cosas que nos ocurren, no son tan azarosas como parecen ser. La lógica no me permite explicarlo, pero es una impresión que cada vez se refuerza más. No estoy desvariando, vaya eso espero, conservar una cierta lucidez en estos tiempos que corren. Vivir es como un gran puzle, siempre nos faltan piezas, pero también vamos completándolo poco a poco. Me explico, me ha llegado un tuit en apariencia como cualquier otro. Bueno, este me ha llamado la atención. Es de una mujer que sigo hace ya algún tiempo. Feminista con una gran sensibilidad y talento para escribir. Escribe sinceramente desde el corazón. Me encanta leerla. Ha compartido un tuit sencillo, en apariencia sin importancia, con ironía. Me perdonará si interpreto erróneamente lo que ella quería expresar. No te hace más feminista o menos, el que te guste maquillarte, usar tacones, cremas, en definitiva cuidarte y cuidar tu aspecto personal.

Le contesta a otra usuaria que siente que por comprar dos barras de labios está incumpliendo protocolos feministas. Ella concluye su tuit diciendo que le parece increíble que a estas alturas de la lucha feminista alguien cuestione estas nimiedades. Quiero pensar que la que sufre por “incumplir estas reglas feministas” está haciendo una fina ironía que no entiendo en este tema, la verdad. Creo que no es necesario recordar todo lo que está pasando con las mujeres cuando denuncian agresiones sexuales. Se las revictimiza por ir solas, maquilladas, con atuendos que provocan; por ser jóvenes, atractivas. Las feministas según el patriarcado más rancio y casposo somos feas, amargadas, viejas, locas, no nos arreglamos, no cuidamos nuestra imagen y sobre todo odiamos a los hombres. Los ataques a la periodista Cristina Fallarás estos días han sido de este tipo. Evidencian que existe un cierto sector de hombres que destilan odio hacia cualquier mujer que intente cuestionar y denunciar la falta de humanidad, de libertad y de derechos en nuestra sociedad. Algunas mujeres también se apuntan a este carro. Estos ataques casi siempre carecen de argumentos que se puedan discutir civilizadamente. Van directos a la yugular. A lo personal, a hacer daño de verdad.

Volviendo al tuit en el que una mujer se cuestionaba si podía ser una buena feminista o no, creo se reafirma en esta premisa. Cuidado feminista, no puedes ser una mujer a la que le guste arreglarse para verse bien a ella misma. Porque le gusta cuidarse y ya está, no hay más zarandajas al respecto. Traduce que las mujeres están al servicio de los hombres. Una mujer violada no puede rehacer su vida, no puede ya salir, arreglarse, maquillarse. Por no hablar de ir a un juicio donde se observará minuciosamente cuanto dice o hace sino además también como viste o si va o no maquillada.

La belleza, en mayúsculas, la belleza inherente a la vida, a la naturaleza, a la literatura… como necesidad del ser humano se convierte en un peligro ante los hombres que quieren poseer a las mujeres sí o sí. Lo que el patriarcado siempre ha dictado como cánones de belleza femenina. Nosotras también hemos caído en esta trampa; ¿te arreglas y te cuidas para ti o para los demás? La sociedad te empuja, te intenta conducir, eso está claro. A veces en un sentido o en el inverso. “Si te maquillas” eres frívola y esto es incompatible con el decálogo de la buena feminista. Pintarte los labios es un hecho totalmente individual y no te define como mujer y mucho menos como mujer feminista. Somos muchas y diversas, faltaría más. Te definen otras cuestiones mucho más esenciales como la igualdad, la justicia, el compromiso, el amor por las demás personas, la ayuda, la ilusión por un mundo mejor…no si te pintas o no los labios, por favor. De esta forma sin quererlo seguramente, les das justificación a aquellos hombres cavernarios que creen que las mujeres estamos en el mundo a su disposición. Nos cuidamos y arreglamos para ellos.

Captura de pantalla 2018-07-13 a las 16.56.02Enlazando esta “casualidad” con otra, un seguidor nuevo en tuiter, que es profesor,
escribe y sube contenidos sobre mitos me ha hecho llegar uno que para mí ilustra perfectamente esta idea de belleza, como un peligro, como algo al servicio de los hombres. Si una mujer les parece bella, han de poseerla. La belleza femenina es algo que las mujeres poseemos o no para que ellos puedan disfrutarla. Nos vestimos, nos es algo que las mujeres poseemos o no para que ellos puedan disfrutarla. Nos vestimos, nos maquillamos, ejercemos nuestra libertad personal y con todo esto provocamos la lujuria de los hombres. Demasiado maquillaje, falda corta, viajamos solas, actuamos con desparpajo. Vamos provocando. El mito en cuestión es el de Dafne y Apolo. La belleza femenina, la masculina y el amor deseado y consentido o no. Son mitos, pero dicen mucho de cómo a lo largo de los siglos la sociedad ha ido conceptualizando y valorizando en un sentido muy sesgado el deseo y el papel de la mujer. El concepto de belleza femenina como un ente que atrae el deseo masculino, la mujer es en tanto que el hombre admira y desea su belleza. Nuestra belleza les pertenece, somos bellas en tanto que ellos nos encuentran bellas y deseables. ¿Nos embellecemos para ellos, para competir entre  nosotras por su amor?

Cuando escribo estas líneas me llega también un maravilloso artículo de la periodista Ana Bernal-Triviño sobre feminismo cuidados, modas, sobre la comercialización del aspecto físico de las mujeres. Algunos publicistas y empresas de cosmética así lo creen, somos un producto más a vender entre el público masculino. La cosificación de la mujer
en estado puro. “… Todo esto es lo que trajo la presión de la sociedad del espectáculo, la sociedad del reconocimiento. Porque adaptarse al canon, a ese modelo de mujer ideal, da ese reconocimiento. Y el reconocimiento da poder. A las mujeres nos metieron esta lección muy bien a través de la cultura, de las películas, de las revistas juveniles. A las mujeres nos dieron bien masticada la idea de que nuestra autoestima depende de que los
demás nos aprueben. Y si eso no pasa, también nos educaron para generarnos complejos y frustración…”

“…Reconozcamos que el patriarcado nos ha moldeado el cuerpo. El feminismo no te va a perseguir o prohibir que te maquilles o te pongas tacones o que no hagas ejercicio (sabemos que la mayoría lo hacemos por salud). Lo único que hace el feminismo es pensar, preguntar, replantear. “…

Captura de pantalla 2018-07-13 a las 16.58.31La ninfa Dafne era una criatura feliz cazando en los bosques y montañas de Tesalia. Hermosa y libre le pidió a su padre el dios rio Peneo permanecer soltera para dedicarse a lo que ansiaba, vivir en contacto con la naturaleza. Ninfa de los bosques y sacerdotisa de Gea, la diosa de la fertilidad de la tierra. Muchos pretendientes se habían enamorado de ella, sin embargo la ninfa no había mostrado ningún interés en cambiar de vida. No entraba en sus planes tener una pareja. Su vida transcurría plácidamente, según sus deseos y anhelos. La vida de la joven Dafne se truncó cuando aparecen en escena dos dioses. Apolo, el símbolo de la belleza masculina que la persigue despiadadamente sin poder refrenar sus impulsos amatorios. Así Dafne se encuentra entre los juegos de dos dioses. El otro es Eros. Apolo fue maldecido por este último. Cuestión de egos. Se burló del pequeño dios porque portaba un arco y flechas siendo tan joven y de aspecto afeminado, según el gusto del viril y apuesto Apolo. La cosa ya venía de antes. El dios de la belleza masculina se había adueñado de Delfos, lugar sagrado donde se pronunciaban los oráculos de la madre Tierra. Hirió con sus flechas a la serpiente Pitón escondida en el monte Parnaso y fue en Delfos donde acabó con ella. Los dioses se sintieron ofendidos de que en lugar sagrado se hubiera cometido un asesinato. Apolo por otra parte, no solo se apropió del oráculo sino que además allí fundó unos juegos que debían celebrarse  anualmente en un gran anfiteatro en la colina junto al templo. Eros tremendamente irritado por la actitud prepotente del dios de la belleza hacia su persona y por la apropiación del oráculo se venga de él. Le dispara una flecha con la punta de oro que inmediatamente lo vuelve loco de “amor” por Dafne y a ella a su vez le dispara una con la punta de plomo que le causo el efecto contrario, repugnancia extrema a cualquier contacto con Apolo.

Ella huye, corre, pero los dioses la han abandonado. Apolo es hijo del todopoderoso Zeus y de Leto y el cruel Eros a su vez hijo de Afrodita y Ares. Solo la madre Tierra atiende sus súplicas. Así Gea abrió la tierra bajos sus pies y la convirtió en árbol. Existe otra versión que cuenta que fue su padre el rio Peneo quien la ayuda y la convierta en laurel. Sea de una forma u otra Dafne es sacrificada, morir en su forma original de mujer para no ser violada por Apolo. Los egos masculinos y su belleza son su desgracia. La tristísima metamorfosis es narrada por Ovidio. “Apenas había concluido la súplica, cuando todos los miembros se entorpecen : sus entrañas se cubren de una tierna corteza, los cabellos se convierten en hojas, los brazos en ramas, los pies que eran antes tan ligeros, se transforman en retorcidas raíces, ocupa finalmente el rostro la altura y solo queda en ella la belleza” Dafne se salva pero a costa de renunciar a su esencia de mujer, debe pagar un alto precio para no ser destruida por Apolo y Eros. El ego masculino, el poder gana la partida. La belleza femenina así es un peligro, los dioses poderosos la abandonan a su suerte.

“…Sentí entonces la ira del hijo de Zeus, pues Apolo profirió un lamento que pronto se tornó en grito; al percibir que mi blanca y marmólea carne y todo mi cuerpo estaba perdiendo sus cualidades humanas para integrarse en la naturaleza…” Virginia Seguí

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Apolo no consiguió sus propósitos pero cortó algunas ramas y con ellas y sé hizo una corona de Laurel.

Por @AsuncionLenBar2