En septiembre, la justicia de Córdoba autorizó la adopción de un bebé que había sido abandonado luego de una gestación subrogada. El niño nació prematuro en noviembre de 2024, con problemas de salud, y fue inmediatamente descartado por la mujer francesa que lo había encargado. La madre gestante, a su vez, tampoco podía asumir la maternidad. Así, el bebé quedó en un limbo, con una familia de guarda, hasta que los jueces lo declararon “en estado de adoptabilidad” y finalmente pudo ser acogido por una familia.
La mujer contratante, de origen francés, jamás viajó a Argentina ni para ver al bebé, simplemente lo abandono al considerarlo «un producto fallado. Por suerte hoy tiene una familia, pero… ¿y el daño? ¿Y la vulneración de derechos?”
El fallo fue claro: lo sucedido constituyó una “vulneración directa a la dignidad humana”. Y no es para menos. ¿Qué nos dice este caso? Que detrás de la retórica de la “gestación solidaria”, «altruista», lo que realmente se esconde es un mercado reproductivo donde las mujeres son utilizadas como incubadoras y las criaturas convertidas en productos que deben cumplir las expectativas del cliente. Cuando “funciona”, se entrega. Cuando “falla”, se abandona.
La crudeza de este caso es insoportable, pero no excepcional. Es la consecuencia lógica de una práctica que convierte la maternidad en un contrato y el nacimiento en una transacción. Los discursos que pintan la subrogación como un acto de amor o de generosidad encubren lo esencial: que es trata reproductiva. Es violencia contra las mujeres y mercantilización de bebés.
Como feminista abolicionista de la explotación reproductiva, lo digo sin rodeos: regular la gestación subrogada equivale a legalizar un mercado de úteros y criaturas. No hay maquillaje posible que convierta en ética una práctica basada en la desigualdad económica y en la cosificación de vidas humanas.
El caso de Córdoba debería abrirnos los ojos. ¿De verdad queremos sociedades donde las mujeres pobres ponen el cuerpo y los bebés se devuelven como mercancía defectuosa? ¿Queremos legitimar un negocio que sólo existe porque hay mujeres vulnerables y personas con poder adquisitivo dispuestas a pagar por sus deseos?
La maternidad no se alquila. Los bebés no se compran. Y lo que ha pasado en Córdoba es una advertencia: cuando se mercantiliza la vida, siempre hay alguien que pierde su dignidad. La maternidad no se alquila, los bebés no se compran ni se descartan. La mal llamada gestación subrogada no es un acto de amor, es violencia. ¿Cuántos bebés han de ser descartados para que se considere que esta práctica vulnera los derechos de los menores y de sus madres gestantes?
En su informe, las expertas Susana Medina, María J. Binetti y María Sofia Sagues, ante la gravedad de la situación y el exponencial avance de este mercado global, consideran urgente que Argentina tipifique la maternidad subrogada en el delito de trata con fines de explotación reproductiva y tráfico de menores, prohíba la inscripción de los nacidos por esta práctica a nombre de los comitentes, declare nulos los contratos que se firmen en el extranjero, prohíba la publicidad de este método, y persiga y sancione a todos los intermediarios. Y así lo piden en su informe al gobierno argentino.
👉 Puedes leer más detalles del caso aquí: Infobae – La justicia de Córdoba autorizó la adopción de un bebé que fue abandonado luego de una gestación subrogada.
Agradecimientos a la compañera argentina Sofía Castagnino a través de la que me llega la noticia.
Teresa Domínguez
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