Treinta años después de Beijing: memoria, urgencia y resistencia feminista

Reem Alsalem

Publicado en La Voz del Sur

Publicado en Nueva Revolución Periodismo Alternativo

 

 

 

 

 

Teresa Domínguez es presidenta y cofundadora de AFRA Mujeres, investigadora,  divulgadora feminista y creadora del proyecto letraescarlata.org y Catavinaspodcast

El pasado 22 de septiembre de 2025, Reem Alsalem, Relatora Especial sobre la violencia contra mujeres y niñas, intervino en la conmemoración del 30 aniversario de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Nueva York. Su discurso nos desafía a mirar con honestidad y valentía los avances —y los estancamientos— en los compromisos asumidos hace tres décadas con la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, un documento clave para el feminismo internacional y la agenda de derechos humanos de las mujeres. La voz de Alsalem, resonó en Nueva York en una conmemoración que me resulta especialmente significativa. En este aniversario de la histórica Conferencia de Beijing, las feministas sentimos el peso de la urgencia: no estamos hablando solo de principios universales, sino de vidas concretas —las de mujeres atrapadas en redes de violencia, abandono institucional y explotación— que siguen esperando ese horizonte prometido hace treinta años.

Alsalem reivindica la esencia del feminismo: valentía para nombrar la realidad, reclamar dignidad y humanidad sin concesiones, y oponerse a lecturas tibias o edulcoradas de los compromisos internacionales. Algo que, desde mi experiencia y activismo, considero urgente cuando observamos la situación de las mujeres en regiones como África y la India; resulta inadmisible que la explotación y violencia se perpetúe bajo el disfraz de tradición o progreso, mientras los tratados se interpretan a conveniencia de poderes políticos y económicos.

Uno de los puntos centrales es el reclamo por el reconocimiento de la dignidad y humanidad de todas las mujeres, conceptos que la BDPA (Declaración y Plataforma de Acción de Beijing) repetía constantemente y que, según Alsalem, han desaparecido peligrosamente del lenguaje y las políticas públicas. Olvidar estos conceptos equivale a minar la base misma de la igualdad de género y los derechos humanos. Recuperar la dignidad y la humanidad de las mujeres —como Alsalem subraya— no puede ser un eslogan vacío. Insisto, desde la memoria de quienes investigamos el impacto genocidio por sexo, del feticidio femenino, el triple talaq o las prácticas de explotar, velar o mutilar a las mujeres, que la violencia estructural tiene nombre y rostro. Nombrarla es el primer acto de rebeldía, y exigir su erradicación es justicia, no caridad. Es lo que trato de hacer, día tras día, desde la escritura y la denuncia.

La relatora señala que el lenguaje sobre la realidad material de ser mujer —recordando que la BDPA hace 176 referencias a “sexo” como base fundamental de discriminación prohibida por los tratados internacionales— es hoy deslegitimado por ciertos sectores que lo tildan de anticuado o incluso de odioso. Esta denuncia merece especial atención por parte de quienes defienden los derechos humanos y el enfoque feminista desde una perspectiva de género

Me interpela especialmente la denuncia de Alsalem contra la cosificación y explotación de mujeres y niñas: en América Latina, la mercantilización de sus cuerpos, sexualidades y funciones reproductivas, las víctimas de trata y prostitución siguen siendo invisibles para la mayoría de los Estados, mientras el colonialismo y los conflictos —como en Palestina y Afganistán— destruyen vidas con una impunidad escandalosa. Como feminista y como columnista, no puedo eludir esa responsabilidad. No basta con constatar la desigualdad: hay que nombrar a los responsables y exigir cuentas públicas, y llama la atención sobre la indiferencia y la hipocresía gubernamental frente a este tipo de violaciones.

La relatora expone el retroceso en materia de acceso a la justicia y la creciente impunidad de los perpetradores, mientras algunos gobiernos no solo miran hacia otro lado, sino que apoyan políticamente a los responsables. Critica también el aumento global del gasto militar, que agrava la violencia contra mujeres y niñas y desvía recursos indispensables para la paz y el empoderamiento femenino. El discurso de Alsalem exige revisitar Beijing desde el feminismo contemporáneo, fortaleciendo el enfoque en la dignidad, la realidad material, la lucha contra el patriarcado y la defensa de la vida frente a la militarización y la impunidad. Nos recuerda que los derechos de las mujeres no son una cuestión de caridad, sino una exigencia de justicia y humanidad para la mitad del mundo.

En palabras de Reem Alsalem, las mujeres estamos observando, tomando nota y exigiendo justicia. Desde este espacio y desde mi experiencia de más de dos décadas, la memoria feminista es también resistencia: no sólo nos recordamos a nosotras mismas, sino que exigimos que el mundo nos mire a la cara, nos recuerde, deje de negarnos y actúe.

Teresa Domínguez

El discurso completo de Reem Alsalem


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