Teresa Domínguez

 

 

 

 

 

 



Esta historia está basada en un reportaje de Anastasia Taylor-Lind. A más de 400Kms, en Kiev, mientras sucede la guerra. Taisiia estaba de parto. En Mariupol, cientos de miles de civiles estaban atrapados, con alimentos y agua limitados. Los cadáveres, yacían en la calle y en el frío suelo de una morgue improvisada en el sótano de un hospital. Taisiia empujaba con fuerza para traer una nueva vida al mundo, cientos de niños ya habían perdido la vida. En las salas de partos del primer Hospital Clínico de Maternidad, las ventanas están oscurecidas debido a la amenaza de bombardeos aéreos por parte de las fuerzas rusas. 

Taisiia es una de las 1000 madres de alquiler ucranianas que estaban embarazadas cuando empezó la guerra. Guerra que no ha impedido que sigan vendiéndose criaturas. Los compradores de su bebé eran de EEUU, un lugar que ella nunca había visto. Pensó en Emiliia, su propia hija de 8 años. Ella y su marido se quedaron en su pueblo a 1000km mientras Taisiia viajaba a Kiev para dar a luz al niño que le pagaban por gestar.

Todos sus planes de volver para arreglar la pequeña casa de su familia, utilizar el dinero de la gestación subrogada para trasladarse a Europa con su marido e hija estaban hechos antes de la guerra. Ahora lo único que esperaba era que la guerra no se acercara tanto como para que su hija la viera en persona y que la vida de su familia peligrara.

Parejas de todo el mundo alquilan madres de Ucrania. Ahora con tropas acercándose, pareciera el último lugar del mundo del que alguien quisiera «encargar» un hijo. Y sin embargo… Por esa fecha había 36.400 embriones almacenados en contenedores criogénicos en la clínica. Los encargados de la clínica se apresuraban a evacuar los embriones del país. Y sacarlos por la frontera. Hay que recordar que en Ucrania, no hay regulación standard en los contratos, hay poca regulación sobre gametos congelados y su transporte a/de otros países, y la reproducción póstuma no está regulada. 

Taisiia estaba sentada sola en su apartamento de Kiev. Se registraron explosiones de al menos dos misiles tierra-aire. Taisiia llamó a la clínica y le dijeron que se quedara donde estaba. En lugar de eso, Taisiia bajó las escaleras hasta el aparcamiento del edificio, donde había gente refugiada. Era un lugar frío y húmedo, lleno de niños llorando y adultos sin máscara. Temblando y embarazada de casi 40 semanas, decidió que estaba más segura en su apartamento. Subió los cuatro pisos y se quedó allí una semana, sin salir.

Tendría que viajar a Lviv, a causa del conflicto, eso le dijeron, la ciudad de Kiev ya no era segura, Taisiia se apresuró a preparar una mochila, dejando atrás la mayoría de sus cosas. Ulyana y su hija de dos años y medio, también. Las dos mujeres completaron sus embarazos subrogados una al lado de la otra, lejos de sus familias.

Taisiia consuela a Anastasia, la hija de Ulyana, en la cocina del apartamento de Lviv que paga la clínica. Donde terminaron viviendo juntas. En el poco tiempo que hace que se conocen, Taisiia se ha convertido en una segunda madre para Anastasia. Una mañana Taisiia recibió un mensaje de Viber. Eran de los futuros padres de su bebé. No podrían recoger al bebé al nacer. No tenían los visados adecuados y las embajadas en Ucrania estaban cerradas. Harían todo lo posible por recogerlo lo antes posible, pero le pidieron a Taisiia que fuera ella la que se quedara con el bebé hasta que pudieran ir a recogerlo. No se lo podía creer. Solo pensaba en su hija.

Llegado el momento, los médicos le indujeron el parto. Fueron 16h de dolor. Poco antes de las 22h, sonó una sirena antiaérea. Taisiia tenía las piernas entumecidas por la epidural y no podía ni andar. Los médicos la llevaron en silla de ruedas al sótano, donde ella y otras madres continuaron con el trabajo de parto. También bajaron a los bebés en brazos de las enfermeras. Cerca de medianoche, cuando Taisiia respiraba con dificultad, los médicos le dijeron que había llegado el momento de parir. 

Tras cuatro días en el hospital, Taisiia recibió el alta. Algunas madres de alquiler, incluida la compañera de habitación de Taisiia en el hospital, dejaron a los bebés con el personal médico. Sin embargo Taisiia accedió a las peticiones de los compradores de que ella lo cuidara, envolvió al niño, recogió sus cosas y salió a la calle con él en brazos. Sonrió levemente y subió con cuidado a un taxi. «Mi bebé» dijo. No podía dejar a la pequeña criatura sola, recién nacida.

Los encargados de las clínicas siempre toman medidas para garantizar que las madres de alquiler no establezcan vínculos con las criaturas a las que dan a luz. Se les administra medicación para interrumpir la lactancia, se limita el tiempo que pasan con el bebé después de nacer. Se las prepara física y psicológicamente que han de entregarlos inmediatamente.

Pero a consecuencia de mantener el negocio durante la guerra, algunos bebés han permanecido durante semanas con enfermeras en clínicas o escondidos en refugios antiaéreos. Otros han sido entregados en la frontera ucraniana u otros países mediante personal de embajadas o agencias consulares, incluso por propias madres. Otros han quedado al cuidado de las madres que les dieron a luz, mujeres como Taisiia, el tiempo que haya sido necesario, mujeres a las que esos bebés nunca conocerán como tales madres.

Finalmente, tras casi un mes con la recién nacida y más de cinco meses lejos de su familia, los clientes vinieron desde EEUU y se la llevaron. Por un lado quedó aliviada dada la situación pero por otro la embargó una gran tristeza y pérdida. 

Mientras tanto, a Ulyana le pararon las contracciones, y tuvieron que ponerla en reposo lejos de su hija pequeña, había riesgos «por el estrés, por la guerra y porque llevaba gemelos». ¿Pero cómo iba a dejar a su hija sola si tenía que estar ingresada? Llegaron a un acuerdo, eran amigas, Taisiia, se quedaría con Anastasia mientras Ulyana estuviera en el hospital. Pero esto significaba que Taisiia no volvería a su casa, con su familia mientras la ofensiva rusa se acercaba lentamente a su hogar. Pero tenía que ayudarla.

Taisiia cuidaría de la niña pero necesitaba ver a su hija Emiliia, y consiguieron reunirse al fin, en Lviv, mientras su padre se quedaba trabajando en el pueblo. Ulyana estaba en el hospital en reposo solo volvía los fines de semana al apartamento. Las dos madres y sus dos hijas se regocijaban por el simple hecho de estar juntas antes de volver al hospital. Cenaban juntas, a salvo, por ahora. Hasta que Ulyana diera a luz y pudiesen volver cada una a sus hogares si la guerra lo permitía. Nunca dejarían de ser amigas, ya eran como hermanas. Una dura historia de resiliencia ante una situación no solo adversa y dura, sino tan tremendamente injusta.

Basada en la historia de Anastasia Taylor-Lind

Teresa Domínguez

No seré una mujer libre mientras haya mujeres sometidas. A.Lorde

Creadora de letraescarlata.org – Socia Fundadora de Feministas Radicales de España

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