Publicado en CIAMS Coalición por la Abolición de la Maternidad Subrogada

Teresa Domínguez


A raiz del artículo de ÚltimaHora.es, mi compañera Inma Guillem escribió este post  en la página de Facebook de Stop Vientres de Alquiler, en el que denuncia que realmente no se ha tenido en cuenta el bien superior de la menor, en el caso de la Audiencia de Baleares, que ha resuelto un pleito, reconociendo la maternidad de una mujer que contrató un vientre de alquiler en Rusia para poder tener una hija. Un reconocimiento de filiación ante una adopción o tutela imposible por la edad, ya que está limitada a una diferencia de 45 años y en este caso se superaba. Por lo tanto, y dadas las circunstancias, incomprensiblemente, y ante el hecho irrefutable de la ilegalidad de dicha práctica en nuestro país, la sentencia de la Audiencia de Palma ha avalado la filiación al anteponer el interés del menor, a la nulidad de los contratos de maternidad subrogada en España.

Y a razón de las respuestas de algunas personas al post de Facebook del Diario de Ibiza, decidí, aunque no es habitual en mí, entrar en materia, y responder a unos comentarios que reproduzco aquí, porque me dejan siempre perpleja, porque hay veces que pierde una completamente la paciencia (y la prudencia), ante argumentos que no sé si calificar de: ignorancia supina, incongruencia nata, falta de humanidad, o de simple banalidad del mal como tan bien nos explica Guillem, en su último artículo que recomiendo muy encarecidamente: «De la banalidad del mal de Arendt a la tiranía del deseo de Guerra Palmero».

La infinita servidumbre

Comprendo que es necesaria mucha pedagogía (y paciencia) para enfrentar toda la literatura romántica, travestida, hostil y patriarcal, que la industria (esta y otras) ha sabido inocular en la sociedad, bajo la bandera de los derechos, la autonomía y la libertad. Y no solo afecta al asunto que nos ocupa, la explotación reproductiva, ya que bien podemos extrapolarlo a otras luchas en las que las feministas tenemos tantos frentes abiertos que impiden nuestra verdadera emancipación.

Ya sabemos que usar eufemismos es un recurso fácil cuando queremos dar cuerpo o realidad a asuntos que tienen connotaciones desagradables para disimular su crudeza, su falta de escrúpulos, lo que me fascina y me aterra a la vez, es lo fácil que le resulta a la sociedad tragarse el veneno de la servidumbre, sea víctima, sea verdugo. La servidumbre del pobre, la servidumbre del débil, la servidumbre del otro, y por encima de todas, la servidumbre de la mujer.

«Cuando se haya roto la infinita servidumbre de la mujer, después de que el hombre, hasta ahora abominable, la haya licenciado, también ella será poeta…» Arthur Rimbaud.

Las buenas intenciones

Pero volviendo al tema que nos ocupa, hace tiempo que las feministas nos dimos cuenta que teníamos que contraponer argumentos muy serios. En este asunto, una de las pioneras que trató de romper el discurso emocional fue Alicia Miyares. En la explotación reproductiva, las personas favorables a la práctica, se mueven por los deseos, incluso por las buenas intenciones, por la ansiedad de hacer realidad el profundo anhelo de ser padres y madres a toda costa.  Solo hay que acudir a las expertas, o a guías en psicología para comprender los riesgos y consecuencias de no aprender a manejar y tolerar las emociones, y la frustración. Porque no todos los deseos son realizables. Porque para que ese deseo concreto sea satisfecho, en el caso que nos ocupa, se ha de recurrir a la explotación de las meras funciones biológicas de varias mujeres y se tienen que vulnerar muchos de sus derechos y de los bebés. Y ningún deseo, por muy legítimo que sea, puede estar por encima de los derechos humanos colectivos.

Mi cuerpo es mío: Los comentarios I

«El bebé es suyo. Es su óvulo». «Me parece muy bien porque si ella no puede tener hijo por cualquier problema de fertilidad» «¿Por qué no va a ser madre?» «El embarazo subrogado ha sido utilizado por muchas parejas gays para ser padres (algunos conozco personalmente) a ver por qué está señora no puede hacer lo mismo.» «Es que si alquilan un vientre, tampoco se las utiliza para nada, ni se las tortura.». «Hay personas que cuando desean un hijo prefieren que tenga sus genes, por eso prefieren estas técnicas a adoptar genes desconocidos…» (Los signos de puntuación y correcciones ortográficas son de mi cosecha, dicho sea de paso).

Hagamos un juego. ¿Tienes hijos? ¿Hijas? ¿Si te vieras en una necesidad, venderías a alguno de ellos por mantener al resto de tu familia? ¿Por estar en paro? ¿Porque te lo manda tu marido? ¿Por pagar tu casa o los gastos de enfermedad de un familiar? ¿Por pagarte una buena jubilación? (todos estos supuestos se basan en casos reales de madres gestantes) ¿Montarías un negocio de captación de mujeres gestantes para ser emprendedora?. Ah no, eso sería como el proxenetismo. Sigamos.

¿Crees que la ley te lo permitiría? Porque si hablamos de «libertad» y de «autonomía», ¿Por qué no puede cualquier mujer darse de alta como autónoma (de hecho la Jueza Gloria Poyato se dio de alta como prostituta en la seguridad social, y demostró que puede ser legal),  y vender a sus bebés quedándose con todos los beneficios?. Pagando su IVA correspondiente, naturalmente. No sé, igual subiríamos unos puntos el PIB. ¿No se puede?. ¿No es legal?. Vaya. ¿A ti te parecería mal que una mujer pudiese vender o regalar a sus hijos?. Da igual los motivos, por necesidad, por negocio, por caridad, por ilusión. ¿Lo harías? ¿Estarías a favor?.

La distopia

Esta distopia argumentaria la usamos a veces, algunas activistas, en nuestras charlas y conversaciones cuando tratamos el tema de la explotación reproductiva. (Ana Trejo Pulido la expuso magníficamente en el webinario de la Coalición Internacional contra la Explotación Reproductiva el pasado mes de febrero). Una provocación en toda regla que busca sacudir y despertar las conciencias. Para demostrar que, precisamente eso, es justo lo que hace la industria de la reproducción asistida, cuando propone como técnica, la «gestación subrogada», intermediarios mediante, abogados, clínicas, bancos, farmacéuticas, organizaciones, clubs de apoyo, agentes de campo, comerciales, hoteles, agencias de viaje, turismo…

No olvidemos que los «vientres de alquiler» empezaron (y aún en algunos lugares se practica aunque mucho menos) como «gestación subrogada tradicional»: a la madre contratada se le implanta un embrión (o varios) fecundado con su propio óvulo. Y la subrogación gestacional: el cliente aporta/compra los gametos, (el 40% de las TRA son con «donación» de gameto) y encarga «a fábrica» su bebé a medida (color de ojos, sexo, religión, color de piel, donante «guapa y universitaria», gestante sana y sin antecedentes…).

Sin embargo, nosotras, como mujeres emprendedoras no podríamos hacerlo, sencillamente porque en cualquier país del mundo se consideraría trata y venta de seres humanos. Ahora bien, si hay intermediarios, y una industria que se lucra, algunos países (no más de una veintena en el mundo) lo legalizan, porque es un GRAN negocio, que mueve +$6.000 millones al año, con la perspectiva de multiplicar por cuatro sus beneficios en 2025. (Explotación reproductiva: un negocio de 27.500 millones de dólares en 2025. Ana Trejo Pulido)

Mirad, seamos claras, A la industria le importa un comino los derechos humanos, los genes y mucho menos tu felicidad. Para la industria, si pagas eres el amo. Ella es el horno y el bebé, tu bizcochito. O dicho de otro modo: Si pagas mandas. Si compras el bebé, eres la madre/padre flamante.

Y si tú, mujer, los contratas para una reproducción asistida con donación de óvulo, también eres la madre.

Si pagas y no pones material genético, alguno, bingo, también eres o seréis felices padres (el material genético es propiedad de un banco). De modo que el factor ADN es solo circunstancial. De hecho, la «adopción» de embriones sobrantes será el gran boom del mañana. Aunque ya esté empezando a florecer el negocio. (El negocio de la infertilidad, la donación de gametos, y el excedente de embriones. 2020/Teresa Domínguez)

Mundo de hipócritas.

No existe un derecho a tener hijos, el Derecho Internacional NO reconoce el derecho a tener hijos, sino el derecho de un niño o niña a tener una familia. Y cuando se adopta lo que se busca es la idoneidad de los padres. De ahí que sea un proceso complejo. En la explotación reproductiva, la que tiene que presentar los antecedentes penales es la madre biológica, la que se queda embarazada, la madre que pare al bebé y sufrirá el post-parto y todas las secuelas del proceso. Para los compradores su cartera, es su único certificado de idoneidad.

Ellos son los que eligen por catálogo, y pagan sí, compran un bebé (o dos, o tres), bueno, bonito… sin taras, y a ser posible, barato. En este caso en Rusia. Normalmente eligen países donde no se respetan los derechos humanos básicos de las mujeres y las niñas. En Reino Unido, Australia y Canadá, que son los destinos altruistas, poquitos, tampoco es que haya muchas mujeres dispuestas. En India hasta 2017, que era conocida como el «útero del mundo» hasta que cerró sus puertas, el 70% de sus clientes eran extranjeros, la mayoría occidentales. El 50% de estos, británicos. Ya me dirán.

Y el que lo vale, se va a EEUU porque «Si te lo puedes permitir, que nada te impida tener un hijo.» Esto lo dijo Steven Snyder, miembro de la Junta Asesora de la organización “Men having babies”, abogado del Centro Internacional de Reproducción Asistida (IARC), miembro de la American Bar Association, asociación internacional de 400.000 abogados que lucha para que se acepte en el mundo los vientres de alquiler como sistema basado en el mercado y rechaza que se aplique la norma del interés superior del niño. (Puedes leer más sobre este tema aquí.)

La negación: Los comentarios II

«Yo la conozco… es una buena persona, una buena cristiana… y me alegro por ella… ya que lleva años con esta lucha.» «Qué parte no entiendes por vientre de alquiler, se introduce el óvulo ya fecundado en el útero de una mujer que puede llevar adelante un embarazo, como una incubadora.» «De verdad… si eres libre de pecado… me gustaría verte cargar una imagen en semana Santa» «Con una prueba de ADN el hijo es suyo.» «Veo que te faltan luces, educación…o no sé qué para entender»

No es una madre, llegan a decir que es «un horno», «una incubadora», una géstante  un útero prestado, una «portadora», abnegada, una mujer que vive el misterio gozoso de la entrega divina, la subrogación sagrada, la esclava entregada por el bien de la humanidad.

¿Es una incubadora para usted?» Le pregunté. Por muy cristiana que sea la señora, ha usado a una mujer para comprar un bebé, ha pagado por ello. Ha recurrido a la explotación de otro ser humano. Y en Rusia ya le digo yo, le dije, que las mujeres no lo hacen por amor al prójimo.

Un óvulo o un embrión por sí solo no es nada… un conjunto de células. Un embrión no es nada sin el proceso del embarazo. Y en este caso, el juzgado le ha reconocido la maternidad por el bien superior del menor, tesitura en la que se ha visto a causa de ella y filiación a la que previamente ha tenido que renunciar su madre rusa. Su madre biológica. Lo de que es cristiana, se lo debería hacer mirar. Que el antiguo testamento, y el caso de Sara, es eso, antiguo y en tiempos de esclavos. Y hace ya mucho que la esclavitud se abolió, como esperemos que un día suceda con la explotación sexual y reproductiva.

“No seré una mujer libre mientras siga habiendo mujeres sometidas”
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