Por AITANA1967YO

Mañana cumplo años, 51 para ser sincera. Supongo que no me costará tanto como el año pasado. Los 50 me cayeron encima como una losa. No quería, pero el día se presentó. Que sensación de extrañeza, de irrealidad. Así me dejé llevar, que remedio, estuviera de acuerdo o no el día llegó y los cumplí. Sin emoción, fingiendo que estaba bien, incluso feliz, me sentí falsa, conmigo misma y con los demás.

 No es miedo a  envejecer; sino más bien una sensación de vértigo, de nostalgia, de temor porque no decirlo abiertamente, de ser cada vez más consciente que la vida es muy, muy corta, aunque vivas muchos años. Que seguramente no se siempre  aprovecharla para disfrutar al máximo. Le doy demasiadas vueltas a todo, y el placer, el goce, en las cosas pequeñas,  pero importantes se me escapa, se esfuma; pensando y repensando que seguro lo mejor está por llegar. ¡Qué tontería, qué ingenuidad! El futuro no es real, no existe. Tan solo dispongo del aquí y ahora, no más.

“Yo quiero viajar lo más lejos posible.

Quiero alcanzar la alegría que hay en mi alma.

Y cambiar las limitaciones que conozco

Y sentir como crecen mi espíritu y mi mente.

Yo quiero vivir, existir “ser”,

Y oír las verdades que hay dentro de mi”

Doris Warsaay

Yo también deseo todo esto para mí. Simplemente, eso, vivir, parar de cuestionarme como persona, dejarme sentir sin miedos y culpas. Escucharme alto y claro; saber un poco como soy realmente. No juzgarme tanto y sentirme muy a menudo que estoy siendo egoísta, queriendo siempre ser entendida, apreciada y valorada por las demás personas.  Es agotador.

 La vida es sumamente compleja si te paras tanto a pensar, reflexionar, a tomar decisiones. Como cuesta poner límites, decir no, o no es para mí. Se aprende a decir, a fuerza de decepciones y entrenamiento, pero en multitud de ocasiones al decir no, no logro que esa sensación de duda, de vacío, de malestar,  se presente de nuevo. Mi cerebro comienza a justificar mis decisiones, construye todo un relato, no le falta ningún argumento. Crece y crece el sólo, se abona, se poda, se ramifica de nuevo, se transforma, muta; no lo controlo aunque lo desee desesperadamente. ¿Esto está bien; es bueno para ti, es justo; quieres hacerlo; los demás lo entenderán? Sale solo, ya lo he dicho, le doy demasiadas vueltas y acabo perdida. Creo que me vuelvo a encontrar, pero vuelvo a estar acompañada más a menudo de lo que yo quisiera por estas sensaciones. Me hago entonces, pequeña, pequeñita,  incluso más que cuando lo era realmente. La incertidumbre de “ser buena”. ¿Lo he sido realmente,  sinceramente, que motivaciones me guían? ¿Esto qué hago o digo está bien? ¿Estoy siendo egoísta con la otra persona? ¿Deseo hacer de verdad lo que me pide o yo intuyo que me pide? O bien sé qué no quiero hacerlo, pero me “sacrifico”; ¿”Debo” hacerlo? La culpa pasea conmigo desde que recuerdo, bueno creo que desde que dejé de ser niña, niña. Intentando ser “buena hija”, hermana, compañera…

Sería una buena madre cuando tuviera hijas o hijos. Me distanciaría del patrón que conocía. ¿Sabría serlo? Si. Les abrazaría mucho, les ayudaría a ser buenas personas por encima de todo. A disfrutar, a relativizar. Les animaría y los motivaría para que fueran ellas, ellos mismos. No sería una madre posesiva. Y sobre todo, por nada del mundo les pasaría mis frustraciones, mis miedos de niña y adulta. Les ayudaría a disfrutar y valorizar sus logros y a aceptar sus errores y limitaciones. Sabrían claramente que eran queridas o queridos incondicionalmente, por existir, por ser como eran. Gozar en cada una de las etapas de sus vidas. Nunca he entendido a la gente que siempre están deseando que crezcan, que pasen etapas, porque todas las encuentran muy duras. Cuando son lactantes, cuando no duermen del tirón, si gatean, si no gatean, si andan, si todavía no. Cuando hablará,…

No escapo del todo, a temporadas sí. De nuevo vueltas y más vueltas. La responsabilidad de ser madre. Soy feliz. La culpa vuelve a aparecer; no ser lo suficientemente “buena madre”. Trabajar, cuidar, sufrir por la separación, la guardería, que rápido pasan los permisos de maternidad…Pelear, en mi interior entre la persona que soy realmente, que aún no lo sé del todo o no me he permitido descubrirlo todavía y la persona que vive,  actúa , compra, trabaja, cuida, viaja, lee…

Sé de donde viene la culpa, lo difícil es no hacerle caso, no escucharla, no hacerla tuya. Enfrentarla pero no validarla. Es huidiza, no da siempre la cara. Crees que ya la has dejado atrás, pero muchas veces es engañoso, está ahí aunque no la veas, ni la sientas. Ella utiliza cualquier modo, mandato no escrito, no dicho,  para volver a hacerse presente poco a poco, sin hacer ruido. Te obliga a estar alerta a ponerle freno. La sociedad no ayuda; es más predica machaconamente lo que es debido, lo que no. Que es ser “buena” hija, buena hermana, madre, pareja, amiga, compañera… El juez interior hace su trabajo, pero también está el externo. Este te “impone” modelos, caminos. Lo estás haciendo bien, sigue así o por el contrario así pierdes el tiempo, si pero no. Ambos pueden retroalimentarse, entonces crees que todo es como debe ser, o por el contrario si no van en la misma dirección a darle vueltas otra vez.  ¿Debo, quiero, puedo? “Me haces sentir culpable” Todas y todos hemos dicho o hemos oído está frase tan típica y tópica ero no es tan sencillo; la culpabilidad no la ejercen las demás personas sobre nosotras o nosotros. La culpa la aceptas o no, puedes elegir, “esta acusación no me la quedo”.  A veces es difícil, ha calado muy dentro, desde hace mucho tiempo. Está adherida a tus entrañas. Es un arquetipo* social, lo sabemos, como tantas otras trampas en cada curva del camino. El truco, puede ser aceptar para poder cambiar, sacar fuera esos pensamientos que se meten en nuestra cabeza, realidades que no existen, pensamientos reforzados por el juez interno y el externo. El camino es difícil, pero merece la pena si me voy encontrando poco a poco en él.

John Welwood dice que “la base del sufrimiento humano es el enjuiciamiento”. De nuevo tan sencillo como ¿Debo, quiero, puedo? O cambiar la culpa por el placer, la alegría y la seguridad. Decirme mucho más a menudo a mí misma ¿Por qué he dicho o hecho esto?, con calma con tranquilidad en lugar de ¡Por qué he dicho o hecho esto! Es muy diferente.

*”Los arquetipos son la forma que le es dada a algunas experiencias y recuerdos de nuestros primeros antepasados, según Jung. Esto implica que no nos desarrollamos de manera aislada al resto de la sociedad, sino que el contexto cultural nos influye en lo más íntimo, transmitiéndonos esquemas de pensamiento y de experimentación de la realidad que son heredados.

 Sin embargo, si centramos la mirada en el individuo, los arquetipos pasan a ser patrones emocionales y de conducta que tallan nuestra manera de procesar sensaciones, imágenes y percepciones como un todo con sentido. De alguna manera, para Jung los arquetipos se acumulan en el fondo de nuestro inconsciente colectivo para formar un molde que le da significado a lo que nos pasa”. enlace