"De la "envidia del pene" de Freud a la envidia del útero de Karen Horney. El sueño húmedo de los hombres. Prescindir de las mujeres para tener hijos. Todo mediante un entorno controlado para la gestación que evita cualquier contratiempo con nosotras. Ya no nos necesitan."
Teresa Domínguez

 

 

 

 

 

Publicado en Nueva Revolución el 13 de diciembre de 2023


«De la «envidia del pene» de Freud a la envidia del útero de Karen Horney. El sueño húmedo de los hombres. Prescindir de las mujeres para tener hijos. Todo mediante un entorno controlado para la gestación que evita cualquier contratiempo con nosotras. ¿Ya no nos necesitan?.»

Hace unos días leía en un artículo de Ana Vidal  sobre úteros artificiales y me preguntaba que cuales serían los fines de estos, evidentemente, como explican los investigadores, podrían ser el apoyo al desarrollo fetal para fetos cada vez más prematuros, ofreciendo una alternativa a la incubadora convencional. Ya que según las últimas investigaciones, solo un 30% sobreviven por encima de las 22 semanas. Por otro lado, parece ser que ayudarían a sobrevivir a fetos de menos de 26 semanas. Esto plantea no pocas dudas sobre nuestros derechos como mujeres, y nuestro poder de decisión sobre nuestros cuerpos cada vez más cuestionado y retrocedido en tantísimos países del mundo.

Varios equipos de investigación médica de China, EEUU, España (como no), Países bajos, Australia, llevan años desarrollándolos. Disponen en la actualidad de herramientas de investigación para estudiar el desarrollo fetal y las complejidades del embarazo.

Muchas molestias, mucho interés, (y mucho dinero), incluidos los avances en materia de trasplante de útero, que dudo sea en beneficio de la mujer, sino todo lo contrario, se vende como «prevención de complicaciones en el embarazo», sin embargo tiende a dominar a toda costa lo que nos diferencia biológicamente; es decir, la maternidad.

De la «envidia del pene» de Freud a la envidia del útero de Karen Horney. El sueño húmedo de los hombres. Prescindir de las mujeres para tener hijos. Todo mediante un entorno controlado para la gestación que evita cualquier contratiempo con nosotras. ¿Ya no nos necesitan?. Es un decir, porque imagino que las mujeres seguiríamos ocupando los mismos espacios reservados a la bioeconomía, criadoras, nannys, cuidadoras, amas de casas, aunque sean gays, de estos y su prole. Por no mencionar la cobertura de sus necesidades personales de cuidados y sexo. Que para eso estamos. Aquí hago un inciso gracias a la compañera Fayna que con tan buen criterio me recuerda la ovodonación. Seguirán necesitando someter a mujeres a hiperhormonación, sedación profunda y perforación ovárica para la extracción de sus óvulos. Enfermándolas y reduciendo su edad fértil, su salud, violando sus derechos humanos y toda ética médica.

Parece que también sería la «solución» a la «gestación subrogada» sin los «problemas éticos» de la explotación de mujeres. Borrarían de un plumazo a las feministas que no dejamos de entrometernos en las leyes, y luchamos por la abolición de la explotación reproductiva contra contra lobbys, partidos y países que abogan por esta practica,. Claro que en eso se equivocan, porque seguiríamos en la brecha aún más armadas y alarmadas, por la desnaturalización del proceso del embarazo, y por la cosificación e industrialización al por mayor de los menores.

ExtendProyect. Así se llama el proyecto de los investigadores del Hospital infantil de Philadelphia, ya tiene un prototipo exitoso, y lejos de amilanarse, ya han solicitado permiso a la U.S. Food and Drug Administration (FDA por sus siglas en inglés) (EEUU) para pasar a la fase experimental con humanos.

Por otro lado está Ectolife, proyecto del biotecnólogo alemán Hashem Al-Ghaili, que está desarrollando y que permite elegir las características del bebé de un menú. Y sería capaz de crear o hacer crecer, 30.000 bebés al año, «cincuenta años de investigación científica pionera».  El llamado «paquete Elite» permitiría diseñar genéticamente el embrión antes de implantarlo en el útero artificial. Se puede elegir todo, desde el color de ojos y pelo hasta la fuerza, la altura y la inteligencia, y evitar enfermedades genéticas hereditarias.

El plan de marketing incluye convenientemente la mención a las 300.000 mujeres que mueren por complicaciones del embarazo (no porque falten medios para atenderlas adecuadamente) y que su maravilloso invento «está diseñado para aliviar el sufrimiento humano y reducir las posibilidades de cesáreas».  Por supuesto, permitirían a las «parejas estériles«, ya me entienden, concebir un bebé y convertirse en los verdaderos padres biológicos de su propia descendencia. Incluso es capaz de admitir que también podría ayudar a países que sufren un grave declive demográfico.

Por su parte, CLINIC de Barcelona, dice que no sabe cuando habrá placentas artificiales, pero ya han diseñado una que mantiene vivo un embrión durante «12 días», de hecho, en 3 años, el Dr Gratacós, apuesta por disponer de una plácenta artificial que garantice 3 o 4 semanas de supervivencia de un bebé. Yo apostaría que tanto en una materia como en otra, han llegado incluso más lejos, pero la ley es la ley.  

De hecho el biotecnólogo Hashem Al-Ghaili afirma que en su opinión la tecnología ya está disponible y sólo las limitaciones éticas impiden que el concepto se haga realidad. En cuanto a los plazos, también depende de las directrices éticas. La investigación con embriones humanos no está permitida más allá de los 14 días. Por ello, Al-Ghaili se pregunta que si se flexibilizan estas restricciones éticas, en 10, 15 años podría ser realidad. A eso abría que sumar cinco años de «concienciación y educación pública», admite, «para ayudar a la gente a ser más receptiva a esta tecnología.»

Como dato curioso, mencionar que dichas cápsulas, manejadas por inteligencia artificial, funcionaría «totalmente con energía renovable», e incorporarían altavoces internos que reproducen una amplia gama de palabras y música para el bebé. Una aplicación permite elegir la lista de reproducción que escucha el bebé y cantarle directamente para que se familiarice con la voz de los compradores de bebés por encargo antes del nacimiento.

Y si quieres que ese bebé sea un portento, el «paquete Elite» ofrece la oportunidad de «editar genéticamente» el embrión antes de implantarlo. «Gracias a la herramienta de edición genética CRISPR-Cas 9. Se pueden editar hasta 300 genes». Toda una proeza. Aunque la ingeniería genética, al servicio del mercado, ya está sucediendo en las clínicas de reproducción asistida. Y en determinadas prácticas, incluida la explotación reproductiva.

Un útero artificial va más allá que una incubadora, ya que replica al útero materno (solo en parte de sus funciones fisiológicas, nunca lo olvidemos). Se trata de una tecnología artificial que además de graves problemas éticos, pretende suplantar completamente el embarazo natural. Sin tener en cuenta que un embarazo es mucho más que una máquina para el desarrollo fetal. Es mucho más que la fabricación de bebés en serie con altavoz.

La ectogénesis plantea no pocos dilemas, un asunto en el que ya estamos sumergidos, queramos o no, porque la bio-tecnoindustria sigue avanzando y es muy lucrativa. Hay muchas consideraciones personales, éticas, morales y humanas que pueden afectar el desarrollo no sólo de los clientes que deciden optar por esta forma de paternidad, sino también de los humanos recién creados o de los nacidos de úteros artificiales.

Los recién nacidos pueden hacer preguntas sobre sus orígenes y cómo afecta a su identidad. La falta de un nacimiento biológico natural puede plantear dudas sobre su conexión con la naturaleza y su lugar en la sociedad. La ausencia de periodo primal dentro del útero materno, diversos estudios han confirmado que nuestro niveles de salud (o de enfermedad) durante la infancia y la vida adulta, están fuertemente determinados e influenciados por lo que ocurre durante dicho periodo.

Es posible que tenga preocupaciones particulares posteriores sobre su vínculo con sus progenitores legales y su familia. Ser consciente de la forma en la que está diseñado puede influir en las percepciones propias y dinámicas familiares. Esto ya ha sucedido con la mal llamada gestación subrogada, en casos sonados como Jessica Kern, u Olivia Auriol, hijas de la explotación reproductiva que han dejado clara su posición contra esta práctica.

La sociedad puede tener opiniones diferentes sobre las personas que nacen por estos medios, e incluso preguntas sobre los derechos y protecciones específicos de las personas nacidas de úteros artificiales. La tecnología reproductiva y en este caso, la ectogénesis, se convierte completamente en un negocio y plantea cuestiones éticas y morales. La aceptación y la comprensión podrían afectar a su integración social.

El desarrollo emocional de los bebés creados podría verse afectado por la percepción de la sociedad sobre el desarrollo de este tipo de biotecnologías. De ahí que el Dr Hashem Al-Ghaili afirme que una vez disponible, se necesiten cinco años de «concienciación y educación pública», que no es otra cosa que lavado de cerebro a nivel mundial. Para eso sí hay recursos. Y no para bajar las tasas de muertes evitables por embarazo, que para la Agenda 2030, ONU pretende esté por debajo de 70 por cada 100.000 partos. Echen un vistazo al panorama general vía Organización Mundial de la Salud WHO.

Y por último, surge una mayor necesidad de experimentar con la vida humana, tras este tipo de concepción aséptica. El interés de la industria biotecnológica de la reproducción asistida es ya más pronunciado y va ir más allá de lo imaginable. Méngüele es ya un mero aprendiz.

Por supuesto, es necesario considerar cómo afectará la falta de epigenética al proceso de creación de un útero artificial. La epigenética es el estudio de los cambios en la expresión genética que no cambian la secuencia del ADN pero afectan la forma en que los genes se activan o desactivan. Estos cambios pueden verse influenciados por factores ambientales y experiencias de vida y desempeñan papeles importantes en el desarrollo y la diferenciación celular. Si un útero artificial no tiene en cuenta la epigenética, puede tener muchos efectos.

La epigenética juega un papel fundamental en el desarrollo y diferenciación celular. La falta de consideraciones epigenéticas puede afectar la capacidad de las células para especializarse de forma normal y formar diferentes tejidos y órganos. También puede afectar la salud a largo plazo de un individuo al reducir potencialmente su susceptibilidad a enfermedades y afecciones. Si estos factores no se tienen en cuenta al crear un útero artificial, puede afectar la salud de una persona en crecimiento.

Las deficiencias de adaptación epigenética pueden afectar la capacidad de una persona para adaptarse a los cambios ambientales y los factores estresantes. Aunque aún está todo por descubrir, ya se ha demostrado que la epigenética también puede transmitirse de generación en generación. La ausencia de mecanismos epigenéticos en los úteros artificiales puede afectar la transmisión de información epigenética a las generaciones futuras. Esto a su vez influye en la plasticidad neuronal, la capacidad del cerebro para adaptarse y cambiar en respuesta a la experiencia y el aprendizaje.  Si un útero artificial no tiene en cuenta estos aspectos, puede tener un impacto significativo en el desarrollo y la salud a largo plazo de una persona.

Es importante destacar que la epigenética es un campo de investigación complejo y en evolución, y todavía hay mucho que aprender sobre cómo afecta el desarrollo humano. Si un útero artificial no tiene en cuenta estos aspectos, puede tener un impacto significativo en el desarrollo y la salud a largo plazo de una persona.

Pero nos falta hablar de otra de las patas importantes de asunto: La eugenesia liberal. La idea de mejorar la calidad genética de cierta parte de la población económicamente pudiente, que defiende la libertad individual en un mundo tan injusto y desigual, la combinación de estos conceptos sugiere la imposibilidad de abordar éticamente los derechos colectivos. Porque en un contexto liberal no existe el acceso igualitario ni se garantizarían que las mejoras genéticas estuviesen disponibles de manera igualitaria para todos, creando desigualdades sociales y económicas basadas en la genética.

El diseño genético de un embrión personalizado, disponible para el mejor postor, plantea interrogantes sobre cuán ético es modificar rasgos no relacionados con la salud. Miremos el reloj mundial, la proporción de sexo está invertida, ya hay más hombres que mujeres. Existe el riesgo de que la ingeniería genética conduzca a la creación de desigualdad social, ya que quienes pueden permitirse el lujo de acceder a estas tecnologías pueden beneficiarse más que quienes no pueden.

La preocupación también radica en la pérdida de diversidad genética si ciertos rasgos o sexos resultan favorecidos. La diversidad genética es esencial para la adaptabilidad de la población y la resistencia a los cambios ambientales.

Y son importantes las cuestiones de ética, o el consentimiento de las personas afectadas, evidentemente, los humanos creados en estos úteros artificiales, nunca podrán ser consultados, ni podrán dan su consentimiento previo, es evidente, como en el caso de la explotación reproductiva. Esto provocará graves consecuencias para el futuro de la vida de los menores cuando nazcan y desarrollen su propia vida, por las consecuencias de nacer en un contexto artificial, del que desconocemos todas sus consecuencias a corto y a largo plazo.

De la envidia del pene a la envidia del útero

Este papel secundario del hombre en la génesis de la vida le lleva a desarrollar, según Horney, un verdadero miedo a la mujer.

Desde el punto de vista biológico la mujer tiene en la maternidad, o en la capacidad de ser madre, una superioridad fisiológica absolutamente incuestionable y de ningún modo despreciable. Donde esto se refleja mejor es en el inconsciente de la psiquis masculina, concretamente en la intensa envidia de la maternidad que experimenta el niño”. ¿Acaso la tremenda fuerza con que aparece en los hombres el impulso a la actividad creadora en todos los ámbitos no nacerá precisamente de su conciencia de desempeñar una parte relativamente pequeña en la creación de seres vivos, que constantemente les empujaría a una sobrecompensación con otros logros?” Karen Horney primera feminista del psicoanálisis.