Por @AsuncionLenBar2
Existen muchas clases de poder, de la misma forma que hay diversas formas de ostentarlo. También persona “poderosas” muy diferentes entre sí.
Me pregunto; ¿Por qué es una de las palabras que más usamos, sobre todo en mi opinión en estos días que vivimos. ¿Le damos mucha importancia, o es una impresión mía, muy personal, como son todas las impresiones, en general. De todos modos, si a mí me lo parece, es toda una realidad, los seres humanos construimos constantemente nuestras realidades… Otra cosa diferente, es que se corresponda más o menos con la “realidad objetiva”, si es que tal concepto existe. Hay tantas realidades, como personas, ante una “misma” experiencia, hecho, dato; en fin…no me alargo más.
¿Qué es “el poder”? Pregunta muy compleja, en mi opinión, con multitud de matices. Mi experiencia, para mí, tiene connotaciones negativas, a no ser que piense en la literatura, o el cine de ciencia-ficción. Bueno, preciso una parte: l@s superhéroes; Batman, Superman, Catwoman, Elasticgirl(Increibles) las personas, que ayudan a otras o están predestinadas a encontrarse con otras, para dar más luz a sus vidas. “Serendipity”, “Yo, robot”, incluso “E.T; un ser de otro planeta tiene el poder de hacer mejor a las personas que saben verlo con el corazón.
Poderes sobrenaturales, destinados a hacer el bien, cuando el asunto o problema lo requiere. Salvar a la humanidad, de sí misma, habitualmente. Como en casi todo los ámbitos de nuestra sociedad, predominan más los superhéroes hombres; en número y trascendencia de sus misiones. En el caso de los villanos, por suerte, para nosotras, el número de mujeres, también es menor y su “poder” para hacer el mal, también muy mermado.
La ciencia-ficción, también nos muestra el lado oscuro del “poder”; “Blade Runner”, “1984”, “Rebelión en la granja”, “Un mundo feliz”, “El cuento de la criada”…Sobre el que volveré más tarde, verán el porqué.
“Justa” la ley del patriarcado, menos heroínas…pero también menos villanas…
Antes de hablar del “poder” que ostentan los hombres, en general, me gustaría centrarme en ese otro tipo de “poder”; el que ejercen las personas adultas sobre las criaturas. Educarlos, ayudarles a crecer y a madurar es una aventura apasionante, pero también para mi peligrosa; en el sentido de encontrar el equilibrio entre sobreprotegerles demasiado, o por otra lado mostrarnos autoritari@s y demasiado rigid@s con ell@s. No hay recetas, para ser madre o padre. Tienes el bagaje que tu familia te ha legado, que no es poca cosa, si somos capaces de adaptarlo a la criatura que nos ha venido; a nosotr@s y por supuesto a los tiempos que vivimos. Ahí es nada…
Yo tengo el poder. Oído en una parada de autobús; una madre de unos treinta y tantos años, era difícil, a veces cuesta ponerles una cifra a determinadas personas. Esta era una de ellas. Se dirigía a uno de sus dos hijos, concretamente al menor. Mis antenas se agudizaron, sin querer, la frase era poderosa. ¿Qué poder tenía esta señora, no era evidente, tenía que saberlo. Los ruidos de fondo se atenuaron, mi atención hacia la siguiente frase era absoluta y maleducada, pero yo debía saber. He de aclarar que la parada del “bus” se encontraba en la Diagonal de Barcelona. Una vía muy ruidosa, con mucho tráfico.
No estaba sola, me acompañaba mi hija, una adolescente de dieciséis años. Tarde de compras, sin compras. No teníamos mucho que decirnos, una a la otra. De todas formas, mejor ese silencio. Estaba agotada, pero los detalles de la fatigosa tarde de compras por Barcelona, no vienen al caso. Pues sí, la frase llamó poderosamente mi atención. No había nada más que esa señora, bastante normal y sus dos hijos, normales también, para mí. Ya sabes, que yo tengo el poder. Para ser más precisa, la frase literal fue, la recuerdo porque la apunté: “El poder, lo tengo yo”. No tú, ni un superhéroe, una bruja, una “fada”. No, el poder lo tenía una madre sobre uno de sus dos hijos, curiosamente, el más pequeño. Debí haber cumplido ya los cinco.
Me pregunté por qué una madre, le dice eso a su hijo pequeño. En estas situaciones, lo típico, piensas en tu experiencia como madre. Nunca he usado esa expresión, ni con mi hij@, ni con persona alguna. Era para mí, una frase grave y patética al mismo tiempo, desconcertante, dura y fría, para decírsela a tu hijo. En muchas ocasiones, cuando se agota mi paciencia, y tengo muchísima, pueden creerme; he dicho la sentencia, porque si; o porque lo digo yo y punto. Tanto mi hija como hijo, saben que cuando pronuncio esas palabras, ya no hay debate, ni discusión posible, aunque a veces tratan de resistirse. Incluso con mi hija, últimamente, he llegado a decir, de lo que luego me arrepiento; esta casa es mía, y yo pongo las normas. No por el límite que es necesario y educativo, sino por dejarme llevar por la furia y decirlo gritando. Soy humana, faltaría más. Confieso que llego a “es lo que hay, y si no te gusta, ya sabes”. Sé que eso no la ayuda en nada y a mí tampoco, pero es lo que hay.
Estas expresiones que uso, también denotan quien ostenta “el poder”, intento siempre no llegar ahí. Fuera de la relación, muchas veces tortuosa, con mi hija, no uso estas palabras. Nunca me han salido de boca para fuera, aunque confieso que a veces, si las hubiera pronunciado, pero más en el sentido de; porque me da la gana; a ti te voy a dar explicaciones yo o pero tu quien coño te crees. Frente a las dudas o a las afirmaciones gratuitas que mucha gente se permite obsequiarme sobre mis actuaciones u opiniones. Detesto el uso de la fuerza, no me siento bien ejerciendo una posición de dominancia. Soy de la discusión, bien entendida, del intercambio de opiniones, ideas, sentimientos. De hablar mucho, dirían los que me conocen.
Volviendo a la inquietante frase “el poder lo tengo yo”, esto no lo apunte, creo recordar, la apostilla; “tú ya lo sabes” a un niño de cinco años. Otra perla más de esta madre tan normal. Tan normal como yo.
Yo la veía poco feliz, cansada, sola a las nueve o nueve y pico de la noche, cogiendo un bus con dos hijos pequeños. El más mayor, iba delante, ya estaba instalado en la parada, al lado de nosotras. Su madre llegó un poco más tarde. La verdad es que no paré mucha atención en los niños, si en las palabras y expresión de su madre. Su manera de hablarles, el tono de su voz y la forma de caminar. Un andar lento, fatigoso y pesado. Con seguridad la percibí más mayor de lo que realmente era.
Estaba gruesa, se la veía poco arreglada, entiéndanme, no soy una persona que se fije mucho en lo que llevan puesto otras personas, pero en ella todo era muy gris y plano, tremendamente plano y frio. Su indumentaria también. Caminaba con desgana y hastío, sin esperanza, me atrevería a decir, pero muy controlada y gélida en su tono de voz.
Su hijo le pedía un juguete, no recuerdo cual, lo repetía como un robot. Una letanía repetitiva y pesada. Me pregunto qué significa para ella la frase y sobre todo que entiende su hijo cuando oye decir esas palabras a su madre. Que pasa en ese instante por la mente de un crio tan pequeño. Me cuesta mucho imaginarlo, ha pasado mucho tiempo desde que yo misma pedía las cosas que quería de esa forma universal, que usan las criaturas cuando quieren conseguir algo muy importante. Esa insistencia machacona para las personas adultas.
Mi madre, no me dejaba insistir demasiado, con una sola mirada yo ya sabía que no había nada que hacer. De todas formas ella, era más de estilo: No se puede, y no lo pidas más que no te lo voy a comprar. Clara y concisa. No hacía falta hablar más. Me identifico, con su manera de poner las cosas en su sitio, sin dar vueltas, claro que con matices. Era rígida y no recuerdo, una sola vez que me comprara algo que ella considerase que yo no necesitaba. Me reconozco en ella, pero con muchos matices. Doy más explicaciones, admito que en ocasiones demasiadas. Me toman el pelo, seguramente, sin que yo sea consciente. Mi hij@ tiene más cancha para contra argumentar, pero básicamente el mensaje es el mismo, la respuesta es la misma que me daban a mí. Hay cosas que no deben cambiar, aunque yo sé que cuando mi hij@ me piden algo que desean es porque lo necesitan. Mi madre no era tan “poderosa” como la que conocí en la Diagonal.
El “ya sabes quien tiene el poder” es aniquilador, humilla, cosifica y te despoja de tu humanidad. Es una expresión muy dura, fría, monolítica y muy áspera. Ningún ser humano debería usar esta frase con otro, pero se usa, y tanto que se usa. Debo admitir que para mí es rebuscada y abusiva y transmite control y ya lo he dicho humillación. Te miro desde arriba, tú no eres como yo. Admítelo y te ahorraras problemas.
En este caso es referida a yo tengo el poder de comprarte un juguete, pero se puede trasladar a otras situaciones. Hoy no te doy de comer, no te baño, no te abrazo… y te pego todo lo que quiera, te humillo, te controlo, te hago cada día más pequeñ@, porque yo tengo el poder y tú lo sabes. Te hago mi “cómplice” sino te rebelas y aceptas mi “superioridad”.
“Soy un ser omnipresente absoluto, que todo lo puede…, sobre todo respecto a tu persona; con las otras personas puedo ser encantador, amable, dialogante; pero para ti, no, para ti, estoy en todas partes, aunque no me veas. Se lo que piensas, lo que vas a decir, lo que vas a hacer, antes que tú misma. Eres mía, no puedes ser de nadie más, sin mi tú no puedes. Tú lo sabes, aunque a veces eres tozuda y estúpida. Pero suerte que aquí estoy yo, aunque tu como una niña; todavía no sabes lo que necesitas”. Este podría ser el discurso de alguien que cree que tiene el poder y se refirma en que esa creencia es compartida por su víctima.
La madre que conocí, seguramente no maltrata a sus hijos, son dos criaturas queridas, pero esa frase, no me gustó. Personalmente, yo creo que ese tipo de sentencias no deben usarse con nadie y menos todavía con tus hij@s por los valores que transmite. “Yo soy tu madre o tu padre y no, no te compraré ese juguete porque vendrán los reyes y tendrás juguetes de aquí nada, además tienes más cosas de las que puedes usar realmente”. Mensaje sencillo, honesto, claro, conciso y denota madurez, límites y cariño. Mensajes que ayudan a crecer sanas y en equilibrio a las criaturas. Es nuestra responsabilidad como madres y padres. L@s hij@, no son nuestr@s, son nuestra responsabilidad.
Del mismo modo que las mujeres, no somos propiedad de los hombres, para todo el mundo este concepto está muy claro, aunque después nuestra sociedad mira para otro lado cuando un hombre ostenta el poder sobre una mujer.
El “poderoso” posee, «ama” sin límites. Te proporciona todo lo que necesitas, sin saberlo tú, sin pedirlo; tú solo tienes que confiar y saber que el poder lo tiene él, ya lo sabes. Es tu amo y te “ama”. Ejemplos, nos sobran, tod@s los conocemos, pero sigue y está pasando. Siguen asesinando, violando, humillando.
Cuando un hombre ejerce ese tipo de poder sobre las mujeres cree realmente que la posee, le pertenece, es su propiedad. De manera recíproca la persona poseída, en este tipo de relación recibe el mensaje, alto y claro sin ambigüedades. Tengo un amo que me “ama”, por tanto no soy libre, me debo a los deseos de quien mueve los hilos de su vida.
No puede salirse del guión porque ella es muy consciente de lo que le puede pasar si desobedece al “poder”. En el mejor de los casos no podrá ser ella misma. Comprarse, vestir, salir, opinar, hablar con total libertad como ser humano independiente que es. Puede haber reproches, miradas, juicios, opiniones para reafirmar cada día un poco más quien tiene el “poder”. Ya he mencionado que cabe la posibilidad muy real de llevar este continuo de maltrato al límite que ya conocemos; como tú ya sabes quién soy yo, el poder absoluto que tengo sobre ti, te quito lo que más quieres; a ti misma o a tus hij@s, o ambas cosas a la vez y después como “amo” tanto acabo conmigo. “Tu ya lo sabías”
Este tipo de hombre no admite que la mujer se salga de un código que no está escrito, no hace falta, él ha fabricado la norma. El sólo, bueno con ayuda de todo un entramado social que pervive y muta; justificando, calumniando, ridiculizando y menospreciando a todas aquellas personas que no pueden aceptar esta sociedad injusta tal como nos la quieren vender.
“Dos semanas antes de que su ex-marido la quemara viva en el patio de su casa, la granadina Ana Orantes relató 40 años de malos tratos en el programa de la tarde de Canal Sur. Enunció las palizas (“creí que me había roto la cara de lo que sonó”), los insultos (“me decía que yo no valía un duro”), los abusos también sobre sus ocho hijos (“a la niña le tocaba los muslos por debajo de la mesa”), el aislamiento (“no pude ir a la boda de mis hermana)”
“El testimonio que dejó en 1997 supuso una explosión, el despertar de una sociedad que consideraba que la violencia, como los trapos sucios, se lavaba en casa. El Defensor del Pueblo dio la voz de alarma con un informe monográfico un año después y tomaron fuerza las manifestaciones de protesta. España fue pionera en el mundo con leyes a favor de la mujer. Cambió el lenguaje, la judicatura, las políticas y la percepción. Pero los asesinatos no pararon. Más de 1.000 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas —1.014, según el recuento que inició EL PAÍS en el 2001, cinco años antes que la Administración—, 45 solo en lo que va de año, según datos oficiales del Ministerio”
(Pilar Alvarez)*
Ante el poder los seres humanos nos sentimos vulnerables, pequeñ@s, tristes, solos y las mujeres doblemente, sólo por serlo cargamos con mucho más peso. Justificamos a menudo nuestros actos, la manera de pensar, de decir, incluso de sentir.
Los otros “poderes” colectivos; económico, empresarial, medios de comunicación, político, judicial, familiar, contribuyen y perpetúan esta sociedad patriarcal tan injusta donde parece que no existimos, o solo cuando hay interés en visibilizarnos.
Pobres, nosotras las mujeres, demasiados “poderes” sobre nuestras espaldas. Queda mucho por hacer para erradicar el poder del patriarcado.
A Seguir……
@AsuncionLenBar2
Enhorabuena por tu primer artículo. Bienvenida a bordo compañera.
Muy buena reflexión. <3
@letra_escarlata