» Sabiduría, libre de las nubes de los dos velos oscuros.
Pura y brillando resplandeciente como el sol.
Disipando la oscuridad de no saber.
Despertándonos del sueño de nuestras emociones turbadoras y de las cadenas del hábito mental».
Antigua plegaria tibetana.
Hace algún tiempo escribí sobre el inmenso poder curativo de la resiliencia. Busqué información y encontré un maravilloso libro de Boris Cyrulnik. Los patitos feos. Bueno, no es exactamente como lo estoy contando. El libro me encontró a mi, en un momento crucial de mi vida, muchos cambios a la vez. Cambios que no me propuse hacer, sino más bien ellos me cogieron de la mano y sin preguntar me arrastraron. Hablé también de mujeres con una capacidad de amar y de sanación increibles; Margot Woëlk y la pequeña niña que pintó el horror de los campos de concentración nazis para no perderse irremediablemente en el abismo y la angustía de la deshumanización.
Podemos con todo, resiliencia.
«No hay alternativas a la verdad, es decir, a enfrentarnos con nuestra historía personal o colectiva. Solo si conocemos nuestra historía estaremos fuera de peligro de la autodestrucción» Alice Miller
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No quiero ser petulante, ni mucho menos, pero yo también ahora, en este preciso instante me siento una resiliente. Herida, sobrepasada, sorprendida; con siete u ocho años he descubierto que fui madre. Cuidé, sostuve y alimenté a mi propia madre y a mis hermanos. Parece ser que fue durante algún tiempo, meses o algunos años. Ahora, 42 años después de que sucediera se me ha revelado, nunca antes se volvió a hablar de ello. Yo no tenía ese recuerdo, pero si siempre conmigo la sensación de necesitar ser cuidada, entendida, comprendida y amada. Una especie de angustía vital adherida a mi por mucho que intentará con mis diferentes trajes, sacármela de encima. La permanente sensación de que alguna cosa no anda bien, miedo difuso, pero auténtico y resbaladizo. Esta cirscunstancia vital, me gusta llamarla así porque le quita trascendencia, todas y todos podemos tener experiencias semejantes. Me permite, reflexionando,entendiendo y sin juzgar ir colocando las piezas de mi puzle, de existir, de construirme. Ya van faltando menos. Me conozco, entiendo, y me perdono a mi misma y a los que me quieren por no saber hacer las cosas de otra manera. Hacemos las cosas de la mejor manera que sabemos y yo si fuera tu, haría todo del mismo modo. Exactamente igual. No es una tontería o una excusa, es una verdad liberadora. Alquimia emocional. Tara Bennet Goleman
Estoy contenta, mi vida es mia y de nadie más. Yo soy responsable de existir, de construirme y de crecer. Entiendo muchas cosas de mi, de la niña que he sido y de la mujer en que me he convertido.
Dejo ir, para continuar creciendo, para ser cada vez más auténtica, más sincera y compasiva. Gracias infinitas, gracias por ser como soy.
«La empatía puede ser un mensaje tierno que nos damos los unos a los otros cada vez que prestamos al otro toda nuestra atención. Esta misma atención consoladora es un don que también nos brindamos a nosotros mismos cuando estamos retorciéndonos en la incomodiadad de nuestros esquemas.» Tara Bennet Goleman.