Noor Ammar Lamarty

@NoorAlamarty

 

Hace poco alguien me dijo que la ampliación de derechos siempre debería tomarse como algo positivo. Yo creo que cuando esos derechos sin un status quo común colisionan con los del 50% de la población mediante la usurpación del relato, estamos ante un conflicto muy reactivo.

Podemos ponernos revolucionarnos y redefinir conceptos hasta la saciedad. A esa trampa ya nos hemos enfrentado antes. A las mujeres de contextos islámicos, el islamismo político ante la amenaza del feminismo nos quiso explicar que el velo era poder, libertad religiosa etc.

Ante la libertad sexual, se nos ha querido explicar que podíamos ser nuestra propia “mercancía” de uso y que por eso la prostitución, OnlyFans o ser una “escort”, era ejercer poder. Desmantelar esto a día de hoy es una batalla que ganamos y perdemos todos los días.

La cultura woke nos empezó también a llamar racializadas, nos coló el “empoderamiento” nos empezó a hablar de representatividad. Vemos que nada de eso tampoco tiene que ver con el poder, ni con la soberanía sobre nuestros cuerpos y decisiones. Marketing de colores más bien. Todas y más que estas veces han querido desmontar conceptos para reinventar realidades para sensibilidades varias, nunca siendo la nuestra el foco.

Libertad, derechos sexuales, y ahora el concepto de mujer. Si nadie tiene claro lo que es serlo, se lo recuerdo. Para nosotras ser mujer es un hecho biológico factual que sostiene la opresión determinante de nuestras vidas. Algunas son susceptibles de ser mutiladas por ello y cosidas. A otras les revientan los pechos a golpes de madera, a otras las violan para casarlas. El sexo, mi vagina, ha establecido el orden social en el que me relaciono, socializo y crezco, y rechazaré hasta el fin de mis días que hombres de mi origen quieran equiparar cualquiera de sus opresiones con la mía, aunque yo no sea la más oprimida de las mujeres.

No es que no crea que ellos estén oprimidos, es que hay un acto político en reivindicar la centralidad de la discriminación por la jerarquía sexual. Por lo tanto no, no me afilio a filas antirracistas, aunque lo sea, porque dentro del antirracismo la jerarquía sexual es clave. Porque un hombre oprimido por ser negro, no vive una discriminación comparable ni equivalente ni similar a la de una niña mutilada genitalmente. Y porque no creo que la opresión que se sufre pueda construir un paradigma de hermanamiento entre oprimidos. No somos un club.

La socialización como hombres en cualquier contexto parte de un privilegio concreto por la construcción sexual de ser las presas hembras de los depredadores varones. Y no soy capaz de verlo de ninguna otra manera porque soy la susceptible de ser víctima sexual.

No es mi responsabilidad hacerme cargo de las auto percepciones de los varones sobre sus identidades, porque lidio todos los días con niñas y mujeres que a penas pueden percibirse como seres humanos por lo que supone para ellas nacer mujeres. Por lo tanto, simplemente no pienso ceder un concepto teórico que ha implicado siglos que se reconociese como igual al de hombres, para hacerlo abstracto u propio de una imaginación identitaria como espejo del dolor emocional de nadie.

No es rigidez ideológica, es que entender todas las opresiones como iguales y buscar una solución denominativa común es problemático. Y como mujer “racializada” que menudo horror de nombre, me parece insultante la equivalencia en materia opresiva digamos.

Este posicionamiento político que puede gustar más o menos no implica que tengas las conclusiones legales sobre cómo no performar leyes con lagunas, o con colisiones jurídicas que revienten el status quo feminista porque creo en las transiciones legales.

Igual que no minimizo el dolor de ningún colectivo ni minoría, y viniendo de un contexto terriblemente restrictivo con la orientación sexual, mi lucha no es la de todos, es muy concreta y forma parte de un engranaje más importante que es la sociedad. Comprendiendo los cambios sociales y aborreciendo los unicornios, la performance y el show consagrado, mi papel es mantenerme en la lucha por el fin de la discriminación sexual y el género es sin duda lo que mantiene en la estacada a casi todas las mujeres con las que trabajo.

El separatismo en este caso es lo que permite entender de dónde vienen y cómo se construyen las opresiones en el feminismo. No es tener en cuenta el contexto para que todo se mantenga ordenado, es extraer a las mujeres de esos condicionantes para que tengan perspectiva mental.

Es lo que hoy a mi me permite ser feminista y sobre todo, abolicionista aunque me digan que una mujer es latina y pobre, abolicionista aunque me digan que el velo es su pasaje a la educación. Si no decimos que NO hasta el final podemos quedarnos llorando en el camino.

Publicado en un hilo de Twitter

Noor Ammar Lamarty | نور
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Law, Advocacy and Policy | Periodismo jurídico sobre mujeres en Maghreb y Medio Oriente | Puedes escucharla en #PetitComité

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