Teresa Domínguez


Publicado en Contrainformación

Si nos atenemos a la RAE, la menstruación es la acción de menstruar y menstruar es simplemente evacuar el menstruo. Algo tan simple y natural. Aunque siendo un poco más rigurosos, es un proceso fisiológico por el que las mujeres y las hembras de ciertas especies animales expulsan periódicamente por la vagina un óvulo maduro no fecundado con sangre y otras materias procedentes del útero.

«La menstruación de las mujeres engendran fantasmas.» Paracelso

En los años setenta, mientras Eve Ensler se documentaba para su libro los ‘Monólogos de la Vagina’ encontró un tratado sobre historia de la arquitectura religiosa que daba por sentado un hecho como si fuera sabido por todos: Que el trazado tradicional de la mayoría de edificios patriarcales de culto imita el cuerpo femenino.
Hay una entrada exterior y otra interior, los labios mayores y los labios menores; una nave central vaginal que conduce al altar; dos estructuras curvas ováricas a ambos lados; y por último, en el centro sagrado está el altar o útero, donde sucede el milagro: Donde los varones dan a luz.
Gloria Steinem, que le hizo el prólogo, decía que pertenecía a la generación del «ahí abajo». El lugar que no se nombra. Y no es que muchas mujeres no estuviesen liberadas, ganándose la vida. Sin embargo ni se usaban apelativos peyorativos, ni siquiera se nombraba con las palabras propias que describen las cosas. Hablar de menstruación, era también hablar de algo grotesco. Por tanto Eve Ensler escribió cada monólogo relacionado con la vagina, a través de la menstruación, el sexo, el orgasmo, la mutilación genital, la masturbación, el parto, la violación… convirtiendo a la vagina en un instrumento de poder femenino. 

Los monólogos de la vagina

«Si los hombres tuvieran la menstruación, sería algo sagrado»

Mientras que el cuerpo de la mujer ha estado dominado por una visión androcéntrica y patriarcal, según la tradición judeo-cristiana, la menstruación se convierte en el símbolo de todo lo que se relaciona con lo sucio, con la cuota que la mujer paga por incitar al hombre «en el pecado». Hoy se reivindica el cuerpo, la menstruación, se hacen debates, se expresa a través del arte para dar visibilidad a un hecho natural, y a una cultura que a las mujeres nos ha mantenido en silencio y condenadas a la vergüenza.

Pero esta realidad está lejos de ser así en muchos países. La menstruación sigue ofendiendo. Y como leí en una ocasión, las mujeres tienen derechos humanos y tienen menstruación.

Ofende en países cómo Nepal dónde las niñas son apartadas en cobertizos de vacas, desterradas a establos mientras duren los días de la regla, «sucias», despreciadas. La tradición hindú se llama Chhaupadi. Y aunque fue prohibida en 2005, se sigue practicando en ciertas zonas rurales. El Parlamento de Nepal lo acaba de tipificar como delito. El año pasado una joven nepalí murió en un cobertizo, por inhalación de humo, encendió una pequeña hoguera en el interior del lugar para calentarse.

Ofende en la isla japonesa de Okinoshima, Patrimonio de la Humanidad, donde solo habitan ratas, lugar al que se proscribe a las mujeres por este motivo, porque para el sintoísmo la sangre es una sustancia impura. Ofende en China, si una deportista laureada es entrevistada y casualmente lo menciona. Ofende en Arabia Saudita dónde los tampones están totalmente prohibidos para preservar la «virginidad».

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Ofende además el uso de tampones en El Cairo, Egipto, incluso puede causar ALERTAS DE SEGURIDAD. Ofende el simple hecho de hablar de ello. Human Rights Watch lanzó una campaña el año pasado con Wash United  para concienciar que «La menstruación es un asunto de Derechos Humanos» porque las mujeres tienen el periodo y tienen derechos. «Porque las personas que hacen políticas y administran los programas de ayuda, a menudo no comprenden el impacto que puede tener la menstruación de una mujer en su capacidad de continuar con su vida si no tiene lo que necesita para manejarlo.» Amanda Klasing, investigadora principal de derechos de las mujeres de Human Rights Watch.

La sangre de la menstruación es la única que se vierte sin violencia y la única que es repudiada

El 48% de la población iraní cree que tener la menstruación es tener una enfermedad. En Bolivia se considera sucio y que provoca enfermedades. De hecho las mujeres no pueden mezclar las compresas o paños, con la basura común y se les enseña a esconderlas. Según un artículo de Unicef algunas personas creen que si la sangre menstrual se mezcla con otros desperdicios, puede provocar cáncer. En algunas zonas de la India existe la creencia de que las mujeres pueden pudrir la comida en los días en los que tienen la menstruación. El año pasado una niña se suicidó en la India tras ser humillada por manchar la ropa. En Afganistán existe la creencia de que si las mujeres se bañan con la menstruación pueden quedar estériles y el acceso a las compresas es muy complicado.

Rita Banerji, escritora y fundadora de la organización 50 Million Missing: «Si los hombres tuvieran la menstruación, sería algo sagrado». Existen templos que prohiben la entrada a mujeres, y las detienen. Cómo muchos templos en la India, ninguna mujer que esté menstruando puede entrar al ser consideradas «impuras» y «contaminantes». Y para garantizar que ningún «contaminante» entra en el templo, establecieron una ley según la cual ninguna mujer entre diez y cincuenta años puede rendir culto en el santuario.

A niñas de Ghana se les prohibe cruzar el río mientras tengan la regla por motivos «religiosos», podrían contaminar el río, está al otro lado del puente y por tanto no pueden ir a la escuela. Casi un millón de adolescentes deja de ir al colegio en Kenia cuando tienen el periodo ante la falta de acceso a compresas y a la higiene personal. Según estadísticas de UNICEF, el 83% de las niñas en Burkina Faso y el 77% en Níger no tienen acceso a aseos públicos en las escuelas.

Y así podríamos seguir viajando por el mundo, el 51% de la población mundial menstrua una media de 37 años. Y sigue siendo un tabú y además una necesidad que requiere pedagogía, no solo a las mujeres, que por carecer de una mínima información se aterran al tener su primera regla, o carecen de lo necesario para mantener una adecuada higiene. Si no también la educación masculina sobre la higiene menstrual es una pieza clave del rompecabezas para cambiar el estigma social en torno a la menstruación. 

«En su primer sangrado, la mujer se encuentra con su poder. Durante sus años de sangrado , ella lo practica. En la menopausia ella se convierte en ese poder.» Dicho tradicional de los nativos americanos

Terminaré con una frase del monólogo de Peter White: «I trust a woman on her period WAY more than I trust a man with an erection». «Confío mucho más en una mujer con el periodo que en un hombre con una erección». Disfruten el vídeo.

Teresa Domínguez
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PD: Actualización 2020: A día de hoy sigue ofendiendo hablar de mujeres que menstrúan en nombre de la «diversidad». Mientras se mantienen costumbres ancestrales de sacar en procesión falos gigantescos y se mantienen las puertas abiertas de museos del falo, se cierran museos de la vagina y se vetan «Los monólogos de la vagina» en universidades por transfóbicos. «Aunque no nos nombren, aquí seguimos».

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