La esclavitud 2.0 El MeToo de las trabajadoras domésticas en Oriente Medio

Publicado en Nueva Revolución

Publicado en La Gata Negra

En el mundo hay 67 millones de trabajadores y trabajadoras domésticas. Cientos de miles solo en los países del Golfo, la mayoría, mujeres. Migrar es una de las pocas opciones que tienen como solución a su pobreza. Todas con el mismo sueño, construirse una mejor vida.

Teresa Domínguez

Cuando pensamos en los países del Golfo la imagen que se nos viene a la mente es el skyline de sus rascacielos, las riquezas, el petróleo, el futbol, las oportunidades económicas, el negocio, etc… pero tras el escaparate, existe una realidad de migrantes trabajadores de países africanos o asiáticos, que suponen la mayoría de los habitantes de dichos países. Para muchos aporta riquezas, pero para demasiados se convierte en una enorme pesadilla.

La periodista y activista Rothnan Begun dirigió entre otros, una investigación y campaña para poner fin a los abusos contra las trabajadoras domésticas migrantes en la región del Golfo. Se entrevistó con cientos de mujeres migrantes, y con sus familias. En su charla TED que les dejamos al final de la columna, cuenta la historia de una mujer India que intentó escapar de sus empleadores en Riyad, por abusos, y fue encerrada bajo llave. Intentó escapar por la ventana, pero cayó, cuando despertó, había perdido su brazo derecho. Dos meses después, sus hijos le contaron a Begun, que su madre tuvo que irse a trabajar a Arabia Saudí, porque pidió un préstamo para pagar la dote de la boda de su hija, además mantenía a su marido enfermo, a sus cuatro hijos y siete nietos.

Sus empleadores le confiscaron el pasaporte, y la forzaban a trabajar de 14 a 16 horas diarias, sin descanso, y sin días libres. Cuando empezaron los abusos físicos, ella decidió marchar, lo comunicó, y fue encerrada.

«Bajo kafala (derecho islámico de acogimiento de menor), si huyes de tu empleador puedes ser acusado de fuga, [y eres] responsable de arresto y riesgo de deportación». Begun, Rothnan.

En el mundo hay 67 millones de trabajadores y trabajadoras domésticas. Cientos de miles solo en los países del Golfo, la mayoría, mujeres. Migrar es una de las pocas opciones que tienen como solución a su pobreza. Todas con el mismo sueño, construirse una mejor vida. Begun ha recibido cientos de casos de familias que han perdido el contacto con su madre, hermana, hija… justo después de que les informaran de haber sido abusadas, torturadas o violadas.

En Qatar, a medida que aumenta la presión para abordar la explotación laboral de migrantes antes de la Copa Mundial 2022, una nueva normativa estipula que los trabajadores deben informar a su empleador de su intención de irse 72 horas antes de su partida. Y tanto empleados como activistas están preocupados por las implicaciones del nuevo requisito en un estado con 300.000 ciudadanos que alberga a 175,000 trabajadores domésticos, como decía, en su mayoría, mujeres.

Amnistía Internacional también ha denunciado que las trabajadoras domésticas sufren en numerosos casos, abusos físicos y sexuales, y en otros, un trato equivalente al «trabajo forzoso y trata de personas». Salir de una situación abusiva teniendo que informar a su empleador, preocupa por las represalias. Pueden ser confinadas en el hogar y luego estos pueden tomar medidas para evitar que se vayan incluso mintiendo o acusándolas de delitos.

«Quizás no viva más. Por favor sálvenme. Me encerraron durante 15 días y apenas me dieron comida. Me golpearon y luego me quemaron los brazos con aceite caliente

Sumi Akter, de 25 años, es de Bangladesh, trabajaba como empleada doméstica en Arabia Saudí. Un buen día se escondió en los baños de la casa donde estaba empleada e hizo una llamada desesperada para que la salvaran de morir.

«No voy a sobrevivir, voy a morir. Me están golpeando, torturando, me echaron aceite hirviendo y me ataron, por favor, sálvenme, sáquenme de aquí.»

En este vídeo desgarrador que se publicó en noviembre de 2019, Sumi denunciaba que sus empleadores la estaban torturando y ni siquiera le daban de comer. Incluso había sido violada por un antiguo empleador sin atención médica. Según Middle East Eye, Akter siguió durante un tiempo en la casa de su empleador saudí en Jeddah, fue encerrada durante 15 días y su teléfono le fue confiscado. Ni siquiera sus reclutadores hicieron nada. Finalmente y con la ayuda de la ONG BRAC, fue repatriada, a pesar de que su jefe se negó a firmar los documentos de «salida final». El gobierno Saudí permitió su vuelta después de hacerse viral el vídeo.

BRAC es una ONG, que entre otros objetivos, se dedica a ayudar a mujeres como Sumi, que huyen del maltrato en Arabia Saudí. Son numerosas las mujeres que están a la espera de ser liberadas. Esto incluye garantizar que obtengan la ayuda médica y la asistencia psicológica adecuadas para reintegrarse a la sociedad.

Es la doble victimización de esas jóvenes. El estigma de ser agredidas sexualmente significa que sean luego rechazadas por sus familias y condenadas al ostracismo por sus propias comunidades. Es por ello que muchas de estas mujeres, una vez rescatadas, son llevadas a refugios donde viven hasta poder enfrentar y seguir con sus propias vidas.

Mehedi Hasan/Dhaka Tribune

El video de Akter, que apareció después de que el cuerpo de una trabajadora migrante fuera repatriado a Bangladesh desde Arabia Saudí, generó críticas y protestas en las calles de Dhaka. Precisamente, esas imágenes son las que han provocado una movilización social sin precedentes, y que el gobierno de Bangladesh se vea obligado a tomar cartas en el asunto.

En los últimos cuatro años 152 cadáveres, incluidos 66 que se suicidaron, han sido devueltos desde Arabia Saudí. Y ninguno de esos crímenes ha sido castigado. Solo en 2019, se repatriaron los cuerpos de medio centenar de trabajadoras cuyas muertes se relacionaron con el abuso y la tortura. Casi todas las trabajadoras regresaron con las manos vacías y con la ropa puesta.

Por supuesto, los responsables de las agencias de reclutamiento afirman que tales denuncias no son ciertas, solo «algunas». Ruhul Amin Swapan, ex Secretario General de la Asociación de Agencias Internacionales de Reclutamiento de Bangladesh (BAIRA), dijo a The New Nation que muchas mujeres morían de enfermedades, o simplemente era porque querían volver a casa y presentaban «denuncias falsas». (Cómo podemos observar, la acusación de «denuncia falsa» es un argumentario usado a nivel global). Y que la proporción de muertas es «baja» respecto a las 220.000 empleadas de Bangladesh que ejercen.

En septiembre de 2019, Midle East Eyes, publicó que Bangladesh, en un informe presentado por el Ministerio de Bienestar Social y Empleo en el Extranjero de Bangladesh al Comité Permanente Parlamentario, había admitido por primera vez, aunque previamente lo negara, que las empleadas domésticas que viajaban a Arabia Saudí, estaban siendo repatriadas por sufrir agresiones físicas y sexuales de manera habitual.

No sé si recordarán, en junio de 2018 les conté la historia de muchas de estas mujeres y niñas en la columna «La esclavitud 2.0: la otra cara del trabajo doméstico. La mayor parte que cubre el trabajo doméstico en países ricos del golfo son chicas jóvenes, incluso mujeres casadas. Mujeres captadas por intermediarios sin escrúpulos que se enriquecen a su costa. Estas niñas y mujeres, de zonas rurales y empobrecidas en su mayoría, emigran con la esperanza de ganar suficiente dinero para asegurar un buen futuro para su familia

Además, por este tipo de trabajo tienen que pagar exorbitantes tarifas de contratación, como si fuese una inversión. Algunas mujeres incluso venden tierras o solicitan préstamos de la familia para recaudar dinero para poder marcharse y luego ganar «una fortuna«. Así las engañan. Así sus maridos, padres y otros familiares las animan a partir, con la promesa de un futuro económico importante, dejando atrás a sus propios hijos. Para los intermediarios, el tráfico de «criadas» es un lucrativo negocio.

De 2015 a 2019, al menos 9.000 empleadas fueron repatriadas desde Arabia Saudí gracias a la ayuda humanitaria, tras denunciar abusos graves. Y no resulta sencillo, a veces incluso han de esconderlas en casas francas, refugios, incluso embajadas, antes de poder sacarlas del país.

Son abusadas física y sexualmente. Las hacen trabajar hasta la extenuación, no les pagan los salarios prometidos, enfrentan abusos verbales, las golpean, incluso con cinturones, heridas punzantes, quemaduras, hematomas, golpes con barras de hierro, fracturas, las dejan sin comer o las violan, no solo el empleador, sino todos los hombres de la familia

Bangladesh comenzó a enviar trabajadoras a Arabia Saudí en 2015 después de firmar un acuerdo con el reino del Golfo. Y hasta 2018, la cifra de mujeres exportadas para explotación doméstica ronda las 300.000. El acuerdo se firmó cuando otros países, incluido Indonesia, dejaron de enviar trabajadoras a Arabia Saudí precisamente debido a informes de abuso.

A pesar de admitir por primera vez, que las trabajadoras domésticas que viajan a Arabia Saudí, están siendo repatriadas por sufrir agresiones físicas y sexuales, el gobierno de Bangladesh descarta prohibir que las mujeres acudan a Arabia Saudí a trabajar, con la excusa de «no discriminar a las trabajadoras«.

Hay que tener en cuenta que las remesas de mujeres para empleadas domésticas, son la segunda mayor fuente de ingresos para la economía de Bangladesh, por lo tanto, se entienden bien las razones reales por las que el gobierno descarte las propuestas para prohibir que sus ciudadanas acudan a dicho país.

Según explica el periodista Areeb Ullah, el ministro de Relaciones Exteriores de Bangladesh, AK Abdul Momen, dijo que su gobierno había establecido refugios para las víctimas en el reino saudí y que regularmente informa de los supuestos abusos a funcionarios saudíes. Pero parece poco eficaz.

La plataforma por los derechos de los migrantes OKUP publicó una investigación en la que se reconocía que el 86 por ciento de las empleadas no percibían su salario, y el 61 por ciento denunció haber sido maltratadas físicamente, y un 14 por ciento reconocieron que fueron agredidas sexualmente. De hecho no solo eran abusadas física y sexualmente por sus empleadores, sino también por los intermediarios.

A principios de este año 2020, a pesar de que el gobierno de Bangladesh había admitido por primera vez la explotación laboral, física y sexual de mujeres, se confirma que la migración de las trabajadoras sigue aumentando, a pesar de las denuncias generalizadas de abuso y tortura.

Actualmente, alrededor de dos millones de bangladeshíes, incluidas mujeres, trabajan en Arabia Saudí y envían grandes remesas a sus países. Pero algunos grupos y activistas sociales, culturales y políticos exigen detener el envío y exportación de empleadas, a pesar de que Salim Reza, Secretario de Bienestar y Empleo en el Extranjero afirma, para justificar una de las mayores fuentes de ingresos del país, que «las remesas de las trabajadoras son útiles tanto para el empoderamiento de las mujeres como para nuestra economía«.

Sí, «empoderamiento» de las mujeres, han leído bien y sobre todo, para «no discriminarlas» mientras se perpetúa la esclavitud nuestra de cada día, que «no existe».

Nota: Los derechos de las mujeres en Bangladésh, están marcados por las desigualdades en áreas como la educación y el empleo, el derecho a la tierra, la desigualdad en la herencia, etc. Y ocupa el puesto 50 en el Global Gender Gap Report 2020.

Teresa Domínguez
“No seré una mujer libre mientras siga habiendo mujeres sometidas”

(I) La esclavitud 2.0 La otra cara del trabajo doméstico. Arabia Saudí.

(II) La esclavitud 2.0 Los niños y el trabajo doméstico.

(III) La esclavitud 2.0 El MeToo de las trabajadoras domésticas en Oriente Medio

La esclavitud nuestra de cada día.

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