La filósofa Ana de Miguel lo define como los «nuevos nichos de trabajo»: la compraventa de leche, la prostitución, el porno, la venta de óvulos, el alquiler de mujeres con fines reproductivos. No se trata de la explotación de la fuerza de trabajo, como nos quieren hacer creer, es la explotación de las meras funciones biológicas de las mujeres. En las universidades incluso se habla de bioeconomía. De economía reproductiva.
Países ultraconservadores de Latino América y otros muchos penalizan y criminalizan el aborto, mientras presentan propuestas que regulan los vientres de alquiler, dónde se explota a mujeres, se comercializa con gametos, incluso en packs, se seleccionan y desechan embriones, o se venden en el mercado de segunda mano, se compran niños a la carta, y se permiten abortos selectivos.




















En mi artículo «Turistas biológicas y turismo de reproducción» ya comento que en Estados Unidos, cientos de embriones congelados en los tanques de almacenamiento son abandonados en un limbo por sus propietarios. Las clínicas de fertilidad se enfrentan al dilema (creciente) de quién debería asumir su propiedad y qué hacer con ellos. Todo ello mientras se estimula la donación de gametos para los vientres de alquiler. Las razones por las cuales los pacientes eligen abandonar sus embriones congelados varían, pero una de las principales es la económica, las tarifas de almacenamiento generalmente oscilan entre 500 y 1.000$ al año, y puede ser más caro dependiendo de la clínica. Un dilema que está causando preocupación entre los bioeticistas, abogados, grupos religiosos y la comunidad médica. El dilema polaco es distinto, el gobierno ha dado orden de retiener indefinidamente los embriones de mujeres lesbianas hasta que no encuentren «un hombre» que se haga cargo.
En otro artículo, «Vientres de alquiler: Mercado negro para bebés «sobrantes» Rita Banerji directamente habla del mercado negro para bebés «sobrantes» por fecundación in vitro y vientres de alquiler de parejas blancas. Una realidad que se vislumbraba en algunos casos, pero que ha tomado cuerpo de manera prominente y floreciente, en el mercado negro de un país que se supone ha puesto límites al negocio de la maternidad subrogada, precisamente por los abusos a los que se someten tanto a las mujeres como a los bebés. Sería una lástima no poder sacar beneficio de tan lucrativo negocio. Los embriones «extras» fertilizados y/o implantados no se descartan necesariamente. Y dado que la mayoría de los clientes de la India son personas occidentales blancas, las clínicas reconocen que tienen un excedente de gametos: óvulos «blancos», esperma y embriones que pueden venderse como material suelto o convertirse ya en bebés blancos en vientres «subrogados» y luego venderse a parejas sin que lo sepan (o sí) ni los propietarios del material genético, ni por supuesto los clientes.
“No seré una mujer libre mientras siga habiendo mujeres sometidas”
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