rimera parte: Ravensbrück y el infierno de las mujeres. Una historia silenciada I
Segunda parte: Las mujeres y la Resistencia. Una historia silenciada II
Tercera parte: Las cobayas humanas de Ravensbrück. Una historia silenciada III.

Deportada a la edad de diez años, Ceija Stojka (1933-2013) sobrevive a tres campos de concentración. Comenzó a pintar y escribir a la edad de 50 años para testimoniar y luchar contra el olvido. Su obra presentada por primera vez en Francia, evoca el paraíso perdido de su niñez.
«Si el mundo no cambia ahora, si el mundo no abre sus puertas y ventanas, si no construye paz, verdadera paz, para que mis bisnietos tengan la oportunidad de vivir en este mundo» , entonces soy incapaz de explicar por qué razón he sobrevivido a Auschwitz, Bergen-Belsen y Ravensbrük «. – Ceija Stojka

La sociedad alemana era patriarcal. Los nazis se oponían implacablemente al feminismo y la independencia de las mujeres. Rosa Luxemburgo era un símbolo de todo lo que más les horrorizaba, en particular debido a su participación en la política activa. La ideología nazi veía a las mujeres en el papel de «esposas, madres y amas de casa», y su tarea era apoyar a los hombres de la lucha mediante el suministro de alimentos y la fabricación y reparación de uniformes y banderas.

Las organizaciones de mujeres fueron disueltas y reunificadas por Gregor Strasser en 1931, y en 1934 Gertrud Scholtz-Klink se convirtió en líder general del Grupo de Mujeres Nazis, después de lo cual funcionó principalmente como un canal de propaganda. Parte de la política de Gleichschaltung (coordinación) significaba que incluso para unirse a un grupo de costura, las mujeres tenían que elegir el grupo del partido o nada.
Ravensbrück
Esas eran las alemanas políticamente correctas, después estaban las otras, desde el punto de vista general y desde el punto de vista del régimen, las mujeres, tanto judías como no judías, fueron víctimas permanentes de la política nazi. De hecho, los nazis tuvieron un campo de concentración especialmente dedicado a las mujeres, el de Ravensbrück*, situado a 90 kilómetros de Berlín donde llegaron a ser recluidas 130.000 mujeres, que fueron golpeadas, obligadas a pasar hambre y a trabajar hasta la muerte, envenenadas, ejecutadas y gaseadas, entre ellas, miembros de la resistencia, comunistas, mujeres forzadas a la prostitución, académicas, feministas, mujeres de la comunidad romaní y sintis (gitanas) judías, la mayoría polacas, lesbianas y otras mujeres que no se ajustaban a los «ideales nazis de femineidad» y de 40 países distintos. 400 fueron españolas, marcadas con un triángulo invertido de color rojo, como todas las presas políticas. Allí asesinaron a 50.000 mujeres, algunos historiadores hablan incluso de 90.000, a una media de 80 diarias.






«No toleraremos a nadie en nuestras filas que ataque las ideas del cristianismo. Nuestro movimiento es cristiano.» Adolf Hitler 27 octubre 1928

A pesar de la “moral cristiana” que impregnaba el nazismo, muchos burdeles fueron establecidos a través de toda la Europa ocupada por Alemania y eran de uso exclusivo de los soldados de la SS y de las fuerzas armadas de los Nazis. Al menos 34 mil mujeres alrededor de toda Europa fueron forzadas a servir como prostitutas. Existe evidencia incluso de que las mujeres eran tatuadas con la frase «Puta de Campo» en el pecho. Aquellas que quedaban embarazadas se les forzaba a abortar, lo que resultaba en muerte y en muchos casos los soldados de la SS las engañaban con promesas de mejor trato o reducción de su sentencia. Mujeres que de sobrevivir terminaban en Ravensbrück. Un tema, el de la prostitución forzosa, que se mantuvo en silencio y gracias a los testimonios de las propias supervivientes, se pudo conocer. Mujeres violadas, brutalizadas y humilladas.
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