Ayer tuve el honor de hablar con Kamila Ferreira, no puede una imaginar que en un solo cuerpo quepa tanto dolor y sufrimiento. Y que en su cara brille una sonrisa abierta y acogedora, y que su abrazo sea tan cálido y reconfortante. En sus ojos vi la entereza de una mujer contando una historia de tortura, porque esa es la única palabra que puede describir su ponencia, y el amor de una madre contando cómo recuperó a un hijo perdido. Un testimonio estremecedor, único, como únicas son cada una de las voces de las supervivientes del sistema prostitucional.
Ayer hubo un momento duro en la jornada, a Kamila empezaron a sudarle las manos, a entrarle taquicardia y ansiedad ante la presencia y ponencia de los tres policías en la mesa de intervención que hablaron antes que ella. En el turno de preguntas de las fuerzas de seguridad, Ferreira participó, capté parte de ese momento, solo dejar claro, a petición propia, que Kamila Ferreira es consciente de que todos los policías no son malos, pero que algunos abusan de su cargo de poder, y eso hace que muchas mujeres tengan miedo a denunciar.
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